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Lentamente me puse de rodillas, luego de pie. No sabía si ya me había visto… hasta que volvió la cabeza en mi dirección y soltó un sonido gutural, animalesco.

<<Merde>> pensé, inesperadamente en francés. Al parecer sí sabía algo.

El oso se paró en sus dos patas, gruñendo en mi dirección. 

Yo por mi lado, con manos temblorosas, levanté las palmas, como si me amenazaran con una pistola y estuviera probando que no estaba armado.

—Oso bonito… Oso bonito… ¿te puedo llamar Teddy? —estaba diciendo incoherencias, llevado por el pánico, desde luego. 

En alguna parte había escuchado que los osos se alejaban si creían que su oponente era más grande que ellos, por aquello de evitarse peleas que no pueden ganar… ¿o eran los pumas los que escapaban? De cualquier forma saqué pecho, nerviosamente y me inflé aguantando la respiración. Al mismo tiempo me paré de puntillas. Era demasiado desquiciado, esta táctica jamás funcionaría con este cuerpo. Y al percibir mis leves movimientos, el oso no dudó el volver a inclinarse sobre las cuatro patas para caminar hacia mí. 

El miedo me invadió, desde donde estaba sentía que su aliento viajaba hasta mí. No podía hacer nada, estaba indefenso, desarmado, al descubierto. 

De pronto sentí que el pecho se me cerraba. Empecé a respirar entre cortado; el familiar sonido sibilante apareció como un acompañante no deseado. 

—No… hii… ahora… hiii… —Busqué en mi bolsillo trasero, desesperado, en el delantero, en la camiseta—. ¿Dónde está hiiii… mi inhalador?

Era fútil, no lo traía encima, seguro que estaba en mi mochila dentro de la camioneta. Este era el peor momento para sucumbir al pánico. Todo lo malo había formado una combinación desafortunada. Estar solo, en un bosque, arrinconado contra un lago, con un oso salvaje y sufriendo un ataque de asma. Las lágrimas empezaron a brotar de manera inadvertida e incontrolable.

<<Así no… aquí no… no después de lo que sé, no de esta forma —pensé desesperado—. Así no…>>

—Ayuda… hiii… ¡Ayuda! —si había algo peor que rogar por auxilio era intentarlo y ser incapaz de ello, mi voz sonaba áspera, seca y moribunda—. Ayúdenme…

El animal se aproximaba de a poco, yo a mi vez retrocedía por reflejo, acercándome peligrosamente a la orilla del muelle. Y sin más… como una premonición sin fundamento presentí que arremetería contra mí en cualquier momento; en los próximos segundos, en el próximo silbido, después del siguiente latido.

De pronto me caí al lago. Todo mi cuerpo hormigueó al precipitarse. La espalda sintió la frialdad del agua. Salpicaduras volaron a mi alrededor antes de ser tragado. Esto era como mi sueño, donde era engullido por el mar, dónde estaba perdido en un océano oscuro. 

Pataleé frenéticamente en el fondo, intentando salir. Mis brazos se movían como si intentaran aferrarse con desesperación a algo. Me sentí caer y elevarme incontables veces. La ropa me pesaba, flotaba a mí alrededor. El frío se me metía en los pulmones. El agua… el agua entraba en mi cuando intentaba respirar. Me ahogaba, tanto dentro como fuera del agua. La masa fría de agua estaba en todas partes, ya no era el oso quien me mortificaba, sino algo tan simple como un lago. Estaba condenado hiciera lo que hiciera.

<<Así no… por favor, así no>>

Mi cuerpo se hundió. Vi la luz atravesar la superficie, inalcanzable ya para mis manos. Peces nadaron rápidamente alrededor de mi campo visual, de pronto dejé de luchar. Toqué fondo… y dejé de ver, dejé de respirar, dejé de sentir.

DEL OTRO LADO NO SOY YO MISMO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora