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Desperté con el sabor agridulce de la realidad en el gaznate. Seguía ahí, en el mundo Fall. En mi cama con sábanas de autos de carreras y frazadas temáticas. Acababa de despertar, desconociendo cuáles eran mis sentimientos reales. Por un lado sentía que el otro lado era mi mundo, pues todos mis recuerdos estaban allá. Allá fui a la escuela, tenía amigos, pese a que tomamos caminos separados, también me quedaba algo de familia. 

Aquí por otra parte desconocía el funcionamiento de todo. Era literalmente un extranjero viviendo de incógnito en un lugar que desconocía bastante. 

No tenía el poder para decidir dónde quedarme. Y si bien antes estaba seguro que no quería ser Clay Fall, ya no estaba tan seguro de ello. Debía pensar en el vacío que dejaría atrás. En el nuevo vacío que dejaría en este mundo. 

Por otra parte, no dejaba de preguntarme si la gente en el otro lado extrañaría tanto o más al buen Clay Berry.

—Mi padre seguro que no…

Me levanté temprano, bajé a la cocina y me serví una ración de hojuelas de maíz supuestamente enriquecida con vitaminas. Una vez escuché que el cereal fue inventado en un principio para mal nutrir a un sector de población de algún país comunista. Eso creo… Aun así, me gustaba el sabor y lo crocante de las hojuelas recién bañadas en leche, hay que comerlas siempre en ese periodo de tiempo en que suenan al morder, si se vuelven blandas ahí sí que me parece una comida sosa y sin gracia.

A la cocina bajó Benji, aún con el pijama, bostezando tanto que bien se le pudo haber desencajado la mandíbula con un mal movimiento.

—¿Qué haces despierto tan temprano? —me preguntó, sirviéndose a su vez una ración de cereales—. No sueles madrugar.

—No puedo dormir… 

—¿Y eso?

—Estoy pensando en cosas.

—¿Cómo cuáles?

—Cosas como… ¿Qué harían Adán, Elvira y tú si… por ejemplo, mañana no despierto?

Benji me miró con recelo, no sabía si estaba preocupado o le estaba tomando el pelo. 

—Clay ¿hay algo que quieras decir?

A este punto, yo no sabía qué podía pasarme, pero me preocupaba el efecto que tendría en ellos tres. Habían sido tan amables conmigo. En mi pequeño corazón lo apreciaba de alguna forma que no me atreveré a llamar amor. Puede que fuese cariño, apego quizá.

—Cuando estuve en coma… tuve un sueño muy largo del que no recuerdo mucho. ¿Te lo he contado antes? Soñé que era un adulto y que viví toda una vida aparte… a veces siento que cuando me voy a dormir podría caer en coma de nuevo, en cualquier momento.

—¿Es eso posible?

—La cosa es que no lo sé. Pero me preocupa estar… roto. 

—No estás roto. ¿Por qué siempre tienes que salir con algo así? En dado caso de que caigas en coma de nuevo, esperaríamos a que despiertes. Seguro que vuelves a hacerlo.

No era tan fácil. El coma era algo muy impredecible.

—Benji. Tienes que prometerme que… si vuelve a pasarme no dejarás que me intuben. Y si lo hacen…

Iba a pedirle que me desconectara. Pero no pude, sería tremendamente egoísta echarle esa responsabilidad a Benji, demasiado injusto. 

—¿De qué estás hablando, Clay? ¡No tiene sentido eso que dijiste!

—Olvídalo. Has como que no dije nada.

—¡Buenos días! —nos saludó Adán, de buen humor—. Clay, ¿qué haces despierto a esta hora?

DEL OTRO LADO NO SOY YO MISMO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora