21

87 16 11
                                    

No dije mucho de camino casa, tampoco di muchas explicaciones de porque mojé mis pantalones. Benji suposo que no aguanté… creo. Ir en bici, con rueditas y oliendo a orina fue… perturbador. Yo estaba en shock. No le dije nada a nadie, ni siquiera solté monosílabos en ningún momento hasta que llegué a casa. 

Llené la tina de agua. Me quité la ropa. Me metí a bañar… y lloré. Y lloré otro poco… y cuando no encontré más lágrimas para seguir llorando gimotee con el rostro congestionado y la garganta tan tensa que sentí que se podría reventar.  Debí de haberlo hecho de forma audible y patética porque Adán abrió la puerta; se asomó, me entró y me dio palmadas en la espalda en un intento de consuelo.

—Hey, no llores. No llores amiguito. No pasó nada. No pasó nada… estás bien. 

—Papiiiii —escondí el rostro entre las manos y sollocé a moco tendido—. Papiiii… 

No podía expresarme, me dolía la garganta. No sabía ni qué decir, qué hacer. Me tenían contra la espada y la pared. Me acababan de amenazar y no me lo podía contar. Para colmo estaba dando un espectáculo miserable. Sentía que en cualquier momento me iba a romper.

—Clay, está bien… le pasa a todo el mundo. A mí me pasó cuando estaba en bachillerato, ni te imaginas… Yo estaba más grande que tú. Y lo superé. Tú también podrás. 

—Yo… yo… yo… 

—Respira Clay, respira… —dijo calmadamente.

—P-p-papiiii…

No tenía escapatoria. Tontos experimentos, convencieron al fantasma de que yo era perfecto para el puesto de hermano menor. Acababa de cavar mi propia tumba ¿como iba a solucionar esto? 

Tal vez… tal vez no había forma de solucionarlo. Tal vez solo existía la resignación.

<<Soy un niñito después de todo. No sé controlar mis emociones>>

—¿Qué necesitas para sentirte mejor? ¿Te gustaría un helado? ¿Te gustaría que te deje solo? ¿O te gustaría hablar?

Yo tragué pesado. Necesitaba consuelo hoy como nunca antes. Era ser consolado o hundirme en mí mismo con consecuencias dudosas. No quería estar solo, el fantasma venía cuando estaba solo. 

—Papi… cargame. Quiero abrazos…

—Me pobre chamaco —me sacó de la tina y me cargó en sus brazos. No le importó mojarse la ropa. Me meció como a un bebé mientras tarareaba una canción—. Estás bien, estás bien. Aquí estoy.

<<Qué patético soy… no soy más que un bebé grandote>>

En ese momento algo se rompió dentro de mí. Otra epifanía; yo no era más que un bebé grandote. Otra gente supera sus problemas y pelea hasta su último aliento; yo me dedicaba a chillar.

Me aferré a Adán con un poco más de fuerza. Empecé a temblar.

—Te quiero… —dijo para tranquilizarme—. Te quiero… Te quiero.

Escondí el rostro en su pecho, escuché su corazón. Eso me relajó, Adán era una roca, podría quedarme a dormir aquí arriba si quisiera. Estaba tan cansado… pero aún así…

—Papi…

—¿Sí, Clay?

—Tengo hambre, dame helado.

Papá me llevó a mí cuarto. Me sentó sobre la cama y me ayudó a vestirme. Yo no tenía problema en dejarlo hacer todo el trabajo. Me secó con una toalla de pokémon. Me calzó unos shorts azules y una camiseta a juego con la imagen de algún anime en el pecho. Me puso medias tobilleras con patas de gatito en colores pastel y me puso zapatos nuevos. Eran de pokémon y olían a zapatería.

DEL OTRO LADO NO SOY YO MISMO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora