Rutina

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Xichen se había quedado en la enfermería por alrededor de media hora, en ese poco tiempo mientras le pasaba energía había visto las múltiples muecas que hacía el pequeño Wei a causa del dolor, como intentaba moverse y esto solo causaba quejidos por las heridas, era bastante duro verlo así.

Aquel chico de radiante sonrisa, que lo había acompañado en varios de sus momentos más oscuros, ayudándolo a salir de ello, estaba ahí, y ahora, parecía que era él el que cargaba con una nube negra encima.

Un par de movimientos lo sacó de su ensoñación, y unos ojos grisáceos se hicieron presentes, –¿líder de secta?, ¿qué hace aquí?– se escuchaba un poco apagado, pero una pequeña sonrisa se asomó en su cansado rostro.

–No hables mucho, te cansarás. Vine a verte, – su voz tembló un poco, –lo siento, no sabía que esto estaba ocurriendo–, Wei Ying negó, –no es su culpa, son cosas que pasan, pero, ¡no se preocupe!, ¡estoy muy bien!–intentó aligerar el seño en la cara del mayor.

–El doctor y Ming han hecho un increíble trabajo–, los nombrados entraron, el último con una charola con lo que creía era medicación.

–Solo que el sabor de los medicamentos es bastante malo, ugh–, hizo sonreir un poco al enfermero.

–Si no te quejaras de las agujas no tendrías que saborearlas–, mientras le entregaba las pastillas y un vaso de agua, –eso sería una tortura, prefiero las pastillas, gracias– finalizó tomándoselas.

–Me alegro que aún tengas ánimos– sonrió, –¡claro!, el gran líder me vino a visitar, no puedo permitirme estar de otra forma–, dijo con deje divertido.

Estuvieron los cuatro hablando un rato, hasta que poco a poco Wei Ying dejó de responder, se había dormido nuevamente.

–Es bueno hablar con él, pero dormir es menos doloroso para él y considerando que no come mucho últimamente, las vitaminas le causan sueño también–, explicó Ming.

–Entiendo...yo, ¿puedo venir mañana?– los otros dos sonrieron, –¡claro!, los juniors venían antes, pero ahora ya no se les permite entrar, no creemos que les haga bien verlo así, usted puede venir cuando desee– dijo amablemente.

–Gracias, debo irme, cuídense–, se despidió.

El resto de la semana se pasó en visitas diarias de parte del líder de secta, y una que otra vez el tío del mismo, quien estaba preocupado por el chico, sin embargo, a este último Wei Ying no lo había visto.

Entonces se hizo costumbre que en cada despertar del pequeño joven herido, las primeras palabras que escucharía sería un "¿cómo te sientes?", y aunque respondiera positivamente, sabía que no era así, ya no era así.

¡Basta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora