Capítulo 23

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Hera

Los rayos del sol penetrantes a las nubes rozaron mi piel, con sus caricias empecé a abrir los ojos en un nuevo día.

Me encontraba en lo que parecía una cama de hojas dentro del hueco de un gran árbol, la madera describía remolinos sutiles, de una tonalidad más oscura que el resto, la iluminación y el nuevo sitio parecían confirmar lo que había deseado, había muerto.

Yo no soy... o bueno, no era de esas personas que creyeran en el cielo espiritual, pero reconozco que el paraíso es hermoso, di una gran bocanada de aire, aspirando todo el aire puro que me rodeaba ¿acaso era aire? daba igual, se sentía igual de bien.

Tragué de nuevo otra gran bocanada, esta vez levantándome y estirándome en el proceso.

-Ay ay ay ay ay ay- algo en mi cuerpo me hacía mucho daño- Auuu ¿Pero qué?- la iluminación bajó de golpe como si... una nube tapara el sol y entonces me vino a la mente la frase de un filosofo.

"De dolor no se muere, con dolor se vive, el dolor es la prueba de que estamos vivos".

-Aghhhh ¡joder! sigo viva- me molesté dándome cabezazos contra el suelo.

Traté de levantarme pero el dolor proveniente de mis costados y ahora mi cabeza me detuvieron antes de yo poder hacer nada, me miré la herida y en efecto, tenía mal aspecto, un moratón del tamaño de mi tronco resplandecía con la luz del sol que escapaba ya de la cárcel de los gigantes blancos.

En ese momento, un lobo entró al árbol cargando con una hoja llena de agua en la boca, verlo me impactó al principio, pero luego tuve una brillante idea, mientras dejaba de lado la hoja me arrastré como pude hasta el, le abrí las fauces y coloqué mi cuello en posición.

Porque sí, las estúpidas voces habían vuelto y no iba a permitir que siguieran.

Debí haber sorprendido mucho al lobo porque no le apetecía cerrar la boca.

-Perdóneme señor lobo pero me gustaría que fuera rápido- pero al ver que no conseguía su reacción forcé sus mandíbulas haciendo fuerza para clavarme yo misma los colmillos, debían ser a la vez por lo que había estudiado, así la muerte cerebral no tardaría tanto.

Pero el lobo no parecía tener hambre.

-QUE CIERRES LAS FAUCES JODER- el lobo tenía mucha más fuerza que yo y se me estaba haciendo imposible-

-¿Pero a ti que te pasa?- dijo una voz poco distinguible y mal vocalizada.

-¿Quién anda ahí?- me asusté pero sin soltar las mandíbulas del lobo.

-¿Como que quién?¿Podrías por favor dejar mi mandíbula en paz?- vocalizó como pudo el lobo.

-¡AHHHHH, COÑ**** QUE EL LOBO HABLA!- reaccioné al fin.- ... espera... el lobo habla... o sea ¿Qué sí que me he muerto?- 

-Para empezar, soy una loba y para seguir no, estás muy viva, o bueno, supongo, no creo que los muy vivos se queden hechos piedra frente a un tren que va a 120km/h.- me corrigió con retintín.

-...- aun tenía rechazo hacía el lob.. la loba parlante y aunque no lo tuviera no sabría muy bien que decir.

-¿Que hacías... ¿Por qué te quedaste quieta?- me preguntó, no con intención de ofender o ser violenta, más bien, con un tono triste pero intrigada, casi melancólico.

-...-

-Muy sorprendida aun por ver a una loba que habla supongo, bueno... te he traído un poco de agua, por si... tenías sed o querías ponerte algo frio sobre la herida, como ayer estuviste en celo recomiendo que bebas agua, necesitarás hidratarte.-

¿Quién eres? __//YURI OMEGAVERSE//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora