Capítulo 21: La calma antes de la tormenta.

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Cada guerra es una destrucción del espíritu humano~

     ¿Qué se suponía que debía responder? Mi nombre es Hye Minha, o... Mi nombre es Kim Pyeonjin... ¿Quién se supone que soy, o mejor dicho, quien se supone que debo ser? 

     — Señora, ¿se encuentra bien? —me preguntó con preocupación.

     — ¿Eh? S.. sí —balbuceé rascándome la nuca.

     La niña dejó de mirarme y centró su mirada en horizonte.

     — A mis padres les gustaba traerme aquí cuando nevaba —contó sin separar la mirada del océano—. Decían que les encantaba lo tranquilo que era la playa cuando aún no habían turistas arruinándola, y que era aún más bonita cuando estaba quieta por el hielo, les gustaba llevarme a caminar sobre el agua congelada, y siempre me ayudaban a hacer grandes muñecos de nieve.

     — ¿Y qué pasó?

     Soltó un suspiro pesado y acomodó uno de sus mechones detrás de su oreja.

     — No lo sé, realmente no lo recuerdo, solo se que un día llegué aquí y... ya no supe cómo volver.

     Mi mirada se perdió entre las pequeñas olas que se daban a ver en el sereno mar abierto.

     ¿Qué es este lugar?¿Por qué estoy aquí?¿Quien es ella?¿Quien soy yo? esas preguntas se disparaban por mi mente como una ametralladora, pero no sabía como responder a ninguna de ellas. En cada segundo que pasaba, mis preguntas se duplicaban y sus respuestas incoherentes se reducían. Pero... en lo más profundo de mi corazón, sabía que realmente no quería saber la verdadera respuesta, fuera lo que fuera, no quería saberlo, sentía un miedo incontrolable pero poco intenso, como cuando vas a subir a una montaña rusa, quieres hacerlo, pero te da miedo lo que pueda ocurrir.

     ... Miedo... mi mejor amigo y mi peor enemigo, me salvó de muchas cosas, pero me quitó muchas otras, me quitó mi nombre, me quitó a mi familia y me quitó lo que pudo haber sido un brillante y gran futuro, todo eso lo reemplazó con desesperación y odio absoluto, un odio que me hizo arrebatar muchas vidas y arruinar muchas otras, todo por esa toxica sed de venganza, una venganza que a fin de cuentas no fue hacia la persona correcta, le quité la vida al padre de una niña, hice que la historia se repitiera, otra persona tuvo que sufrir por mi culpa.

     Ardientes lagrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas, mi cabeza dolía, pero to tanto como la herida en mi corazón, aquella herida que había sido cerrada con hierro fundido, nuevamente se había abierto.

     — Todo saldrá bien, así que anímate, puede que la vida no esté siendo muy sencilla ahora, pero al final valdrá la pena —me alentó la bella niña poniendo su mano en la mía—. Recuerda que nunca es demasiado tarde para transformarte en lo que pudiste haber sido.

     Sentí un pequeño alivio en el pecho, quizás había sido porque esas palabras desataron el nudo en mi garganta. ¿Había calmado las incontrolables olas de miedo que había en mi corazón? No lo sé, pero algo de lo que sí estaba segura, era de que ya era hora de salir de aquella caja en la que yo misma me había encerrado, quizás, y solo quizás, si lo hacía, podría retomar el camino que el destino había planeado para mí.

     Las lagrimas que se deslizaban por mis mejillas dejaron de desbordarse y finalmente, luego de siete largos y exhaustivos años, logré sonreír en paz.

      — Muchas gracias —dijo la débil y quebradiza voz de la joven chica.

     Aparté mi mirada del horizonte y la fije en ella, estaba desapareciendo, su piel se desvanecía en un blanco polvo que se iba con el viento.

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