Epílogo.

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La vida es una sucesión de lecciones que
uno debe vivir para entender~

     — Muy bien, niños, nos vemos mañana —les sonreí amablemente a los pequeños niños que se encontraban en sus asientos frente a mí.

     — Adiós, maestra —se despidieron uno por uno saliendo del aula con sus madres.

     Cuando el salón de clases estuvo vacío, apagué las luces y tomé mi mochila para regresar a casa.

     — Ya llegué —anuncié abriendo la puerta de mi hogar y quitándome mis tacones.

     — ¡Hola, mami! —gritó mi alegre y hermosa hija de cinco años.

     — Hola princesa, ¿que tal estuvo la escuela? —la saludé cargándola en mis brazos.

     — Horrible —hizo una mueca— la maestra Shin me cambió de lugar por hablar con Minji.

     Reí al escuchar sus anécdotas.

     — No te rías, no es chistoso, ya no puedo burlarme de esa señora con Minji —se quejó inflando sus lindos cachetes y cruzándose se brazos.

     — No está bien que te burles de tus maestras, princesa —dijo Pildo saliendo de nuestra habitación.

     Se acercó a mí y plantó un dulce beso en mis labios.

     — Te amo —dije mirando esos hermosos ojos cafés que tanto me encantaban.

     — Amor, no sabes cuanto te extrañé —volvió a besar mis labios.

     — Egh, acá no porfis —Heejin hizo una mueca de esco.

    Reimos y cenamos con tranquilidad, conversando sobre nuestro día.

     Al terminar la cena, Pildo y yo lavamos los trates sucios, nos pusimos la pijama, y Pildo se recostó primero en la cama.

     Cepillé mi cabello castaño, me lo había teñido para cubrir los mechones blancos que mi pasado me había dejado, cerrando otra puerta que daba al ciclo recién cerrado.

     Dejé el cepillo en mi tocador y me recosté sobre Pildo, apoyando mi cabeza en su pecho.

     — Gracias por regresar —susurré escuchando sus latidos.

     — Gracias a ti por resistir ese día —contestó de la misma manera, acariciando mi cabeza con su mano—. No sabes como me asustaste. Pensé que te perdería.

     Levanté mi mirada y me senté sobre su pelvis.

     — Jamás me iré de tu lado, tal y como lo has hecho tú —musité acercándome a sus labios—. Eres mi coincidencia favorita, a ti te debo mi nombre.

     — Te amo, Hye Minha —unió nuestros labios en un apasionante beso, pero se detuvo con una sonrisa—. ¿O debería decir, Señora Jeon?

     Sonreí y volví a fusionar nuestros labios.

     Todo lo que había ocurrido años atrás se esfumaba con cada día que pasaba. Había logrado crear la vida que siempre deseé.

     Tenía una familia.

     Y a mi lado estaba el hombre al que amaba.

     Aquí acaba una historia trágica, y comienza un lindo y pacífico relato de amor.

Y colorín colorado

Este cuento...

No acabó así

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