31- Las calles de Madrid

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MARTIN

Mis padres me recibieron sin preguntas, solo con mucho amor. Tras unos cuantos días me siento bastante mejor. Sabia que lo que más necesitaba era volver a respirar aire fresco, ver a gente pasear con tranquilidad y un poco más de naturaleza. 

Todavía no consigo hacer la canción sin derramar alguna lágrima, pero hablándolo con Abril me ha dicho que no pasaba nada, que es incluso más bonito que sea así. Según ella se demuestra lo mucho que puedo legar a conectar con las canciones. 

¿Y cómo no hacerlo? Si literalmente estoy sintiendo como ya no le hago falta a Juanjo.

Juanjo... 

Puedo estar un poco mejor no significa que no haya dejado de pensar en él. De hecho ha habido pocos momento en los que el aragonés no se encontrara paseando por mi mente como si de su casa se tratara. 

Unos leves toques a la puerta de mi habitación me hacen salir de mis pensamientos. Ahí está María, mirándome con timidez.

— ¿Podemos hablar? —

Asiento y ella se sienta en la silla del escritorio. Justo como en los viejos tiempos. 

— Me gusta un chico. — Suelta sin rodeaos y sin mirarme a los ojos. Sonrío enternecido, mi hermanita está creciendo más rápido de lo que estoy dispuesto a reconocer. 

— ¿Y cuál es el problema? —

— Que creo que le gusta otra chica. — Responde, bajando la mirada

— ¿Estás segura? — Niega como repuesta. — Pues lánzate, si no tiene nada que perder tampoco. Arriésgate por lo que quieres, el miedo no te va a llevar a ningún lado. Solo te vas a quedar con las duda del y si ... Casi mejor darte la hostia y superarlo que estar esperando a algo, sin un sí o un no. 

Mi hermana me mira atenta y admirada, cosa que me eriza la piel. Ser el ejemplo de mi hermana es algo que me emociona. 

— ¿Habla la voz de la experiencia? — Me pregunta, con curiosidad. 

Es evidente, el nombre de Juan José Bona está escrito entre lineas. Porque sigo pensando que su miedo y mi inseguridad nos han llevado a esto y es algo que me tortura. Pero una vez romana al decisión de no volver a arrastrarme por nadie — ni siquiera por él — no iba a retractarme. Quiero sentirme orgulloso de mí mismo por no fallarme en esto. 

— Algo así. — Respondo finalmente, aunque no pienso darle detalles.

— Te he echado mucho de menos. 

La abrazo con fuerza, no quiero que se acostumbre a mí de nuevo.  Mañana por la noche ya tendré que volver a marcharme para hacer el ensayo del sábado y cantar por la noche en la gala de exhibición. 

— Vamos a la playa. — Le propongo, levantándome. 

— Estamos casi en diciembre Martin. — Me reprocha. 

— Qué más da, seguro que el agua está templada. Y si nos resfriamos pues te podrás saltar clase. — Digo, haciéndola reír y convenciéndola. 

Solo cogemos ropa de repuesto y un par de toallas antes de salir disparados de casa, sin dejar que nuestro madre nos diga nada. Entre risas y  alguna que otra conversación tonta llegamos a la playa. 

Siento un déjà vu, como aquel día de septiembre en que la alegría me recorría por poder huir a Madrid. Ahora algo de tristeza me invadía por tener que volver.

Dejamos las cosas triadas y nos tiramos directamente al mar y me vuelvo a sentir arropado. El frío es casi insoportable al principio, peor nos acabamos acostumbrando y nos pasamos un rato  ahí, jugando poco dos niños pequeños. 

The Dancer - Juantin ot2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora