La cantante Daniela Calle

CAPITULO 16

Poché.

-Que hago poché?- susurró Daniela.

-Esta pendeja piensa que yo sé?-

-POCHEEEE!- volvió a gritar más fuerte Valentina.

-Voy!- grite mientras me levantaba.

Fui a mi armario para buscar una pijama, mientras Daniela ajuantaba la ropa tirada en el suelo.

-Pochè, abre la puerta!- gritaba Valentina tocando aún más fuerte.

-Voy, voy.

Me puse rápidamente la pijama, al voltear Calle tenía la sabana cubriendo su cuerpo desnudo.

-Que linda te vez así- le dije con una sonrisa.

-Si?

-Si, podría tenerte así todas las mañanas chiqui- le avente un beso desde donde estaba.

-Quieres?- respondió con una sonrisita que me volvía loca.

-Obvia...

-Pochè, con quién hablas?!- gritaba Valentina.

Sacudió mi cabeza volviendo a la realidad.

-Donde me escondo?- susurraba Daniela.

Me quedé pensando, observé toda la habitación, hasta que ví la cama.

-Ahí- señale la cama- debajo de la cama, rápido.

Rápidamente ayude a Calle meterse debajo de la cama, me arregle un poco mi pelo para finalmente abrir la puerta.

Una Valentina enojada entraba caminando hacia a mi, lo que me hizo retroceder a cada paso que daba.

-Que pasa?- pregunté una vez se detuvo.

-Escuchame bien María José- dijo apuntandome con su dedo- No quiero que te metas en mi vida.

-No entiendo- dije confundida.

-Claro que sabes- empezó a levantarme la voz- no, necesito de tu ayuda, no quiero que trabajes, entiendes- su dedo empezó a presionar fuertemente mi pecho- no necesito que te creas mamá, no lo eres...

-No estoy pretendiendo ser ella- dije calmada- solo quiero lo mejor para ti Vale.

-Yo no quiero que te acerques a mi- me impresiono cuando me empujó hacia la cama, haciéndome caer sentada.

Sabía que era yo la culpable.

¿Cómo perdí a mi hermana?

-No creas que con tu obra de caridad vas a tener mi perdón- su mirada transmitía furia- nunca te perdonaré que me hallas pegado María José.

Y se fue, dando un gran portazo.

¿En dónde quedó la niña tierna que me decía "Poché"?

¿Por qué mi hermana se volvió así?

Apreté fuertemente las sábanas, evite llorar, no quería llorar, ya había llorado mucho.

Me quedé mirando un punto fijo de la habitación, hasta que sentí unos brazos por mi espalda.

Era ella.

Era mi curita al corazón.

Me besó mi mejilla, me abrazo, me hizo guardar todas las lágrimas que querían salir.

Solo ella tenía ese afecto en mi.

Se separó de mi, unos segundos después se acomodo frente mío, se arrodilló mientras acariciaba mis manos.