La cantante Daniela Calle

CAPITULO 26

Narrador omnisciente.

Una castaña se mantenía despierta a altas horas de la noche, no podía dormir y más aún cuando tenía el brazo de Mateo, rodeando su cintura.

Hace unas horas Mateo había ingresado aquel lugar, tenía muchas bolsas de comida y la castaña solo supo que el se iba a quedar.

Luego de tantas horas, al fin pudo dormir.

Al día siguiente Daniela se levantaba gracias a Mateo, quien le daba el desayuno en la cama, Daniela intentaba sacar una sonrisa y no tratarlo mal.

-Me molesta eso- dijo el chico señalando con su tenedor.

Daniela llevo su vista hacia su muñeca, en dónde llevaba tatuado aquella M que le hacía tener fuerza para vivir.

-No se puede hacer nada, es permanente- dijo simplemente Calle.

-Bueno, pues yo veré como te lo quito- aquella voz de Mateo, intimidaba mucho a Daniela.

-Co-como?- tartamudeo la castaña.

-Como no podemos salir al exterior, vere si puedo conseguir una navaja.

Rápidamente Daniela se asusto, sabía que tenía en mente Mateo, sabía que él sería capaz de arrancarle el pedazo de piel.

Mateo desayunaba de lo más normal, él tenía claro lo que debía hacer con el tatuaje, aquel tatuaje que le tenía tanta rabia.

Al otro lado de la ciudad, se encontraban los señores Calle muy angustiados.

-Que harán ahora detective!!- gritó Germán enojado.

-Aun no lo sabemos- contesto él detective apenado.

El enojo de Germán aumento, agarro del cuello a Johan presionandolo contra la pared.

-German!!- grito Mafe angustiada.

-Más vale que encontré a mi hija, porque seré yo mismo quien lo asesine- dijo Germán apretando su mandíbula.

El papá de Daniela había reflexionado, después de tener las pruebas suficientes contra Mateo, se dió cuenta del gran error que había ocasionado.

Ahora estaba seguro, que si aparecía su hija, él la iba a tratar como lo que era, su hija y no un cajero.

Por otro lado Mafe, tenía tanta pena, tanto dolor, tanta angustia de pensar que cosas le podría estar pasando a su hija.

Aquella madre se arrepentía en haber dejado llevarse por amenazas que ahora no le causa sentido, se arrepentía de haber desperdiciado tanto con su pequeña hija.

Vamos a dar un giro, en dónde un pelinegro se adentraba a aquella pequeña casa, traía una bolsa color negro en su mano, mientras un gorro cubria su cabeza.

Tocó una, dos, tres, veces la puerta de la casa, hasta que fue abierta por un joven.

-Trajiste lo que te pedí?- le decía Mateo apenas abrió la puerta.

-Aca está...- respondió Mario entregándole la bolsa.

-Como va tu parte con María José?- preguntó Mateo.

-Super, hoy viene a mi casa y será mía- respondió Mario con una sonrisa.

-Mi plan va de maravilla.

Mateo abrió aquella bolsa sacando un arma, la tocaba y veía si estaba cargada.

-Que haras con eso?- preguntó Mario ansioso.

-No te metas en lo que es mi trabajo.

-No mates a nadie Mateo, este plan es sin muerte- dijo Mario asustado.