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Katsuki se encontraba en la preparatoria, cursando actualmente el último semestre, así que estaba un poco ocupado debido a que tenía que buscar una universidad y mantener sus calificaciones.

A pesar de prácticamente meterse en problemas todos los días, sus calificaciones eran casi perfectas. Pero los maestros habían decidido que, como era el último semestre, les pondrían un poco más de trabajo de lo normal; por lo tanto, se encontraba ocupado casi todos los días.

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Era un día totalmente normal como cualquier otro, pero algo en ese día iba a cambiar todo lo que restaba de sus últimos meses de preparatoria.

Se encontraba en camino hacia su casillero para poder conseguir su uniforme deportivo, ya que su siguiente clase era de educación física.

Al llegar y abrir su casillero cayó un pequeño sobre blanco. Pensó que se trataba de una de las tantas sanciones que ya tenía acumuladas, pues los maestros ya estaban cansados de tener que llamarlo a la dirección y, por tal razón, solo dejaban una pequeña nota pegada en su casillero.

Pero ahora era diferente, pues no se trataba de una nota, sino de un sobre.

Así que solo lo tomó y lo colocó en el bolso de su chaqueta. Lo leería después, pues no tenía suficiente tiempo ya que faltaba poco para que comenzara la clase y no quería que el entrenador lo regañara de nuevo. Además, no tenía idea de qué contenido pudiera haber en su interior; tal vez era una sanción o algo más.

El sobre era totalmente blanco o eso era lo que él creía, pues no había notado que en la parte superior venía el destinatario, en el cual aparecía su nombre, pero en el remitente no había nada. Así que simplemente se dirigió hacia los vestuarios.

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Al terminar sus entrenamientos, tuvo que ir a su última clase, que solo era un taller de autoestudio, el cual solo consistía en dar repasos a las distintas materias que llevaba y reforzar algunos temas en donde más dificultad tenían los estudiantes.

Cuando llegó la hora de salida, solo se dispuso a ir a su casa, ya que tenía un poco más de tarea que los días anteriores y se moría de sueño, pues la noche anterior no durmió lo suficiente debido a los proyectos que los maestros decidieron encargar.

Al llegar a su casa, solo se dispuso a tomar una ducha y bajar a comer, pues su madre siempre tenía la comida preparada cuando él llegaba de la escuela.

— ¿Cómo te fue en la escuela, Katsuki? —preguntó su madre.

La comunicación con su madre no era la mejor de todas, pues nunca lograban llegar a un acuerdo juntos y la mayor parte del tiempo se la pasaban peleando, pero a pesar de sus diferencias trataban de entenderse lo más que pudieran.

Así que esa tarde era un día como todos los demás, donde su madre trataba de buscar alguna conversación con su hijo. Su padre regresaba hasta la tarde, así que solo eran ellos dos.

— Bien, supongo.

— ¿No hay nada que quieras contarme? —cuestionó Mitsuki, su tono era de súplica.

Añoraba tener algún día una buena conversación y comunicación, pero siempre era lo mismo.

— No, no hay nada interesante hoy. — dijo con el tono frío de siempre, mientras probaba el último bocado de su comida.

— Así que, si me disculpas, iré a dormir un rato; tengo mucha tarea y quiero descansar un poco antes de hacerla. — explicó mientras colocaba su plato en el fregadero y comenzaba a subir las escaleras para dirigirse a su cuarto.

El chico de las estrellas • Bakudeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora