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Esa misma tarde, Izuku se encontraba caminando cerca de un parque de la preparatoria, necesitaba respirar y pensar sobre lo que había visto esa mañana. Se sentía totalmente abrumado, sabía que había una probabilidad de que eso pasara, lo sabía; pero aún así el dolor se hizo presente. Pensó que tal vez dolería menos, pero no fue así.

Estaba totalmente envuelto en sus pensamientos que no se percato en el momento que llegó a una heladería. Tenía el mal hábito de que cuando se sentía triste, la solución que tenía a esto era consumir helado; lo ayudaba a distraerse. Tal vez por eso terminó caminando hasta aquel lugar.

Estaba a punto de entrar cuando logro visualizar a su mejor amigo con Katsuki; estos se encontraba a punto de salir de la tienda. Así que no le quedó más remedio que salir corriendo, pues sentía perfectamente como sus ojos amenazaban con llorar en cualquier instante. Necesitaba salir de ahí, no podía permitir ni que su mejor amigo ni Katsuki lo vieran en ese estado, mucho menos causar una primera mala impresión con Katsuki.

Corrio sin mirar atrás, sin percatarse de que unos ojos granate lograron visualizarlo a lo lejos.

Al llegar a su casa lo único que pudo hacer fue llorar. Agradecía que su madre no se encontrara en casa, así que se permitió llorar todo lo que quisiera. Cuando terminó, corrió al espejo, pues sabía que llorar le traía consecuencias y, en efecto, las había. Sus ojos estaban totalmente rojos e hinchados; pero gracias a un video que vio en Internet sabía como solucionarlo.

— Izu, estoy en casa. — aviso Inko, su madre.

— ¡Bienvenida, mamá! — respondió el saludo.

— ¿Donde estás?.

— ¡En la cocina! — grito.

Se dirigió hacia la cocina para poder saludar debidamente a su hijo, sin embargo, al llegar dio un pequeño grito al ver a su hijo con un par de cucharas en los ojos.

— Izuku, ¿Qué estas haciendo?

— ¿Hablas de las cucharas? — cuestionó, bajando lentamente aquellos instrumentos de sus ojos.

Inko asintió.

— Creo que me entró tierra a los ojos cuando regresaba de la escuela, ya que me comenzaron a arder. — mintió.

— ¿Ambos? — cuestiono dudosa.

— Sip. — volvió a mentir.

— Izuku, no soy tonta. Estuviste llorando, ¿no es así?

Sabía que no podía mentirle a su madre, sin embargo, aun asi lo intento. Pero habia sido descubierto. Por lo cual solo se limito a asentir levemente, comenzando a llorar de nuevo.

— ¿Quieres contarme lo que paso? — pregunto, pues no quería presionarlo.

— No lo sé, creo que aun no estoy listo. — hablo tembloroso.

— Si aun no te sientes listo, esta bien. Lo entiendo.

— Pero aún así, quiero hablarlo con alguien.

— Entonces, ¿quieres hablar?

Izuku asintió.

— De acuerdo. Vamos al sofá. — tomo la mano de Izuku y lo guió.

Ambos tomaron asiento, mientras que Izuku abrazaba un pequeño cojín que se encontraba a su lado.

— Ahora si, ¿qué fue lo que pasó?, ¿Te hicieron algo? — cuestionó preocupada.

Izuku negó.

— ¿Entonces?

— Es un chico. — susurro.

El chico de las estrellas • Bakudeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora