Capítulo14: Jase

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Lunes 4 de septiembre, 11:20 am.

Todos estábamos desayunando en la sala, menos Eva que seguía dormida. Por mí parte, estoy enfadado con ella y conmigo. «¿Por qué no puedo hacer que ella confíe en mí y me hable de lo que siente?», yo quiero escucharla y apoyarla, estar ahí para ella, para lo que necesite. Pero me he cruzado con un monstruito sin sentimientos, que no es capaz de demostrar ni una pizca de cariño.

—¿A ti qué te pasa? ¿Problemas en el paraíso? —me preguntó Jack sonriente.

—Que gracioso eres —ironicé.

—Buen día —apareció Eva.

—Buenos días, mi querida Eva. ¿Qué le has hecho a Adán, para que esté así de molesto?

—¿Por qué no te vas un poco a la mierda, Jack? —le dije marchándome al patio.

Salí furioso. Nadie dijo una palabra cuando me fuí. Caminé hasta las reposeras al lado de la piscina, sentándome en ella.

Jack es mi amigo, pero se está comportando como un imbécil. Sabe que Eva me importa y por algún que otro motivo, siempre termina en el medio.

Yo creo que estás celoso de que estaba acostado en sus piernas.

Estoy enojado por su comportamiento conmigo, no porque se acueste en las piernas de Eva.

Escuché un griterío de fondo, no sé bien qué pasaba. Asumo que hablaban de mí. Lo confirmé cuando escuché unos pasos dirigiéndose a mí.

—¿Qué te pasa? —preguntó Eva.

—¿Te importa?

—No, pero tus amigos por alguna extraña razón creen que me contarás.

—Si no te importa, vete.

—Okey —se dió media vuelta.

—¡Espera!

Estoy como un perro detrás de su dueña.

»Sí, me sucede algo —hablé en voz baja.

—¿Qué tienes? —volvió hacia mí.

—Me siento triste.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo o solo te sientes así?

—Solo me siento triste, no hay un motivo puntual.

—Eso me pasa cuando tengo la regla, sabes. Es normal, Jase, no siempre vamos a tener días soleados —habló sentándose en la reposera de al lado.

—¡Qué profunda! —ironicé.

—¿Ya te sientes mejor?

—No.

—Cuando te sientes así, ¿qué sueles hacer?

—Dormir o jugar videojuegos.

—¿Intentas hacer las cosas que te hacen feliz para salir de ese sentimiento? —interrogó.

—No.

—¿Te gusta estar triste?

—¿Qué eres psicóloga ahora? —pregunté confuso.

—Cállate y responde.

—No me gusta estar triste.

—¿Y por qué no haces algo para estar feliz nuevamente? —enarcó una ceja.

—No me siento con energía.

—Ven conmigo —dijo tomándome de la mano.

—Espera, no quiero salir.

El camino hacia ti...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora