14. Tiempo sin verte.

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MinHo no se había dejado intimidar por el Rey, o por su vocabulario pesado, pero JiSung sí, era imposible no reconocer esa manera tan delicada de hablar, esos ojos, esos labios, y esa pulsera que decoraba la muñeca del mayor

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MinHo no se había dejado intimidar por el Rey, o por su vocabulario pesado, pero JiSung sí, era imposible no reconocer esa manera tan delicada de hablar, esos ojos, esos labios, y esa pulsera que decoraba la muñeca del mayor.

De entre todas las ocasiones, ¿realmente esta era la mejor para volver a verlo?

Solo esperaba que MinHo no lo hubiera reconocido, ¿qué pensaría su mejor amigo de la infancia de él? Lo había visto bailar frente a una multitud con ropa tan corta y vulgar.

Pero parecía que ni la suerte, ni dios, ni algún otro ente celestial o místico, estaban dispuestos a apoyarlo. Ahora veía a MinHo más seguido.

En cada reunión social, de alguna manera, terminaba observando a MinHo entre la multitud.

Pudo notar cómo su rostro iba cambiando, ahora se veía mucho más masculino, su cabello había adquirido un tono ligeramente más claro que el que recordaba, su cuerpo había dejado completamente la complexión infantil para adquirir un porte varonil y elegante.

Seguro sería popular entre las nobles doncellas del reino.

Estaba conforme con verlo de lejos, saber que había estado bien y que no había necesidad de preocuparse, siempre y cuando el mayor no supiera del vergonzoso trabajo que tenía que ejecutar cada vez que la voluntad del Rey fuera esa.

Los meses pasaron, casi un año desde que volvió a verlo, y no había faltado un solo día a los bailes y celebraciones del palacio; por eso le parecía extraño que, siendo este el baile por motivo de natalicio del Rey, le había sido imposible encontrar con la mirada al mayor.

Tal vez el problema era que el concepto del baile era "disfraces", no podía reconocer a MinHo entre la multitud.

En algún momento de la noche, el Rey decidió ausentarse, probablemente iría a sus aposentos y llamaría a alguna de las concubinas, por lo que quienes le habían acompañado durante la velada eran permitidos de retirarse a sus propias recámaras.

JiSung agradeció haber estado toda la noche soportando el aroma del alcohol y los toqueteos morbosos del hombre, ahora podía ir a descansar hasta el día siguiente.

Recién había salido del Gran Salón, se dirigía a los escalones que me daban acceso a la ruta secreta para llegar a su recámara, el Rey realmente odiaba que hubiera más gente tocando, viendo o alabando lo que a él le pertenecía; pero una escena un tanto inquietante acaparó su atención.

— Te digo que no puedes pasar, el área permitida para los visitantes es solamente el Gran Salón y el comedor, puedes ir al patio trasero también.

— Pero necesito un sanitario, y necesito uno que esté lejos, por favor.

— Órdenes de Su Majestad, no puedes pasar.

— Buenas noches, Teniente Hwang — habló JiSung, acercándose a ambos chicos que discutían.

La Concubina del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora