La última noche que vió a Lee MinHo, que fue también la primera vez en que durmieron juntos después de mucho tiempo, Han JiSung tuvo un sueño.
En este sueño, el entraba por puertas enormes hechas en base a oro, que se abrían de par en par develando un pasillo cristalino hermoso, este conducía a una gran ciudad que deslumbraba la vista de cualquiera con sus torres enormes y árboles frondosos, así como la gran hilera de montañas que la rodeaban, creando un paisaje hermoso, un perfecto equilibrio entre arquitectura avanzada y una saludable vegetación.
Caminó por aquel sendero, la brisa fresca denotaba un aire de paz que iba en armonía con el dulce cantar de las aves revoloteando en el cielo, la ciudad estaba plagada de risas infantiles e himnos alegres, la gente paseaba por las plazas luciendo radiantes sonrisas en su rostro: no había señal alguna de miedo o sufrimiento, no era posible ver un área devastada ni rostros turbados. Fe, alegría, júbilo, eran las emociones predominantes en todo aquel reino.
Pronto llegó al centro de la ciudad, que presentaba un palacio enorme, decorado por doquier con molduras de mármol y una fuente preciosa en medio de la explanada, en el suelo dibujadas las figuras representativas de la realeza, la acera conducía hacia la entrada de la edificación, cuyas puertas y marcos eran de plata, decoradas con joyas preciosas, símbolo de la prosperidad de aquel reino.
Entró al palacio, viendo el perfecto diseño de aquel lugar, imponente pero elegante, podías sentirte bienvenido aún viendo el poderío de quien fuera el monarca de aquella nación.
Frente a sus ojos, sentado en el trono real, un hombre aguardaba a que él se acercara: caminó con cautela, permitiéndose recorrer con la mirada el salón en el que estaba, sus ojos viajaban de aquí a allá, no había lugar en el que pudiera notar hueco o vacío, todo parecía acomodado en un perfecto patrón, siguiendo un perfecto orden.
Mecánicamente, al llegar a los escalones que separaban el suelo del lugar del Estrado Real, llevó su cuerpo a tierra, hincado sobre sus rodillas y con la cabeza gacha ante la presencia de Su Majestad. Algo se revolvió incómodo dentro de su cuerpo, como si inconscientemente temiese la presencia del Rey; sin embargo, toda sensación de miedo o desagrado fue esfumada al instante en que una suave y conocida voz recreó el sonido de una risa al pararse frente a él. Está persona se arrodilló hasta su altura, usó sus suaves dedos para alzar su mirada conectando con la propia.
Se sentía aturdido. Estaba pasmado.
Lee MinHo se encontraba frente a él, sonriéndole de esa forma que sólo él sabe hacer, viéndolo de aquella manera que sólo él puede tener; su vestidura era la propia de un rey, portaba la Corona Real, un anillo con un sello en su mano derecha y el emblema del reino adornaba su pecho.
Thyateira era ahora su nación.
Entonces, tras unos segundos de observarlo, él musitaba con tierna voz: "Levántate, este es tu reino ahora"; así que él se levantaba, viéndose ahora a sí mismo dotado de vestidos elegantes, sentado a un lado del Trono, siendo capaz de ver el reino como si estuviese flotando en la gran expansión del cielo, su mirada abarcaba la ciudad completa, dándose cuenta de su grandeza y bonanza, un reino ideal, regido por un rey ideal.
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La Concubina del Rey
Fiction généraleLee MinHo, hijo del Gran Duque y mano derecha del Rey. Habitantes del inigualable reino de Thyateira, conocido por su prosperidad, sus tierras fértiles y su exportación de cristales y joyas preciosas. El reino perfecto. Han Jisung, el pobre hijo de...