Capitulo 24 - Impotencia

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La ropa estaba en el lavarropa mientras aprovechaba para planchar otras prendas, pero de repente escuché como se rompía un vidrio pero no me importo, es posible que sea del edificio de al lado, siempre se rompe algo.

De pronto escucho golpes en la puerta, no suaves, fuartes. Estaba asustada, demaciado. Nunca nadie me había tocado de esa manera la puerta...

Abrí el cajón y agarre una cuchara en el caso que me tenga que defender.

Respiré y abrí la puerta ya teniendo la cuchara arriba.

—¡Aurora!—Gritó Aaron.

Estaba despeinado y con la ropa más común, ni siquiera estaba formal, me sorprende de él.

—¡Me pegaste un susto!—Grité con la respiración agitada y con una mano en mi pecho.

—¡Dios Aurora!—Me agarró y me llevo a él para que nos abrazemos—.¿¡Sabes el susto que me pegaste a mí!?

¿Eh? ¿A qué se refiere?

Lo miré confundida, ¿qué habré hecho para que venga hasta aquí?

—Qué suerte que te encuentras bien...—Con su mano acarició mi pelo aunque lo tenga recogido.

—¿De qué hablas Aaron ?

—Pegaste un grito y luego se cortó, ¿pretendes que no me preocupe?

Me reí mientras que él me miraba con una cara sería y sin entender una mierda.

—¡Me había quedado sin batería, tonto!

Esa mirada me asustaba, se ve que mi risa y razón no le gusto mucho...

¿¡Sabes cómo me asusté cuando gritaste y no escuché nada más de tí!? ¡Rompí el puto vidrio de tu edificio!?

Así que no era el edificio del al lado si no que él mio...

Me fuí despegando de él poco a poco, cambiando mi expresión a una más seria y no dejando mostrar ni una mínima curva en mi boca.

Me fuí a la cocina dejando el instrumento de cocina sobre el mármol y cuando lo miré estaba pasando su mano en su pelo frustrado por la situacion. Odio que me gritén, me hace tan sensible y débil que solo trato de ignorar las cosas o quedarme callada hasta que deje de recordar lo que pasó.

—Aurora...—Me nombró con una voz suave y más calmada que antes.

Se acercó a mí y intentó tocarme pero yo me corrí. Puede que esté exagerando pero es mi manera de reaccionar para no llorar.

—No quise gritarte, solo estaba preocupado por tí...

Lo miré pero bajé de nuevo la mirada a a la ropa que estaba planchando. Estaba firme delante mío, solo que nos separaba la tabla de planchar.

—¿Perdóname, sí?—Acercó su cara la mía achicando su altura para llegar a mi rostro.

Lo miré, esta vez mi mirada no lo ignoró y se quedaron firmes viendo sus ojos celestes.

Al no tener un perdón de mi parte presionó los puños y se pasó la mano por la cara con rapidez.

—¿Para que has llamado?

—No importa, no es nada.

—El grito que pegaste dice todo lo contrario.

Gruñí y seguí con lo mío.

Aaron chasqueó la lengua contra el paladar frustrado y molesto por ser tan cortante con él, entiendo su preocupación y que haya venido a hasta aquí para chequear que esté viva pero los gritos son como una espada al corazón.

Sacó el celular de su bolsillo y noté sus pulgares moviéndose con rapidez, escribía y luego se dirigían a otra parte de la pantalla. Apagó el celular y lo devolvió a su bolsillo. Mi teléfono recibió una notificación y me acerqué a comprobar de que se trataba. Aaron me envió una transferencia con una buena cantidad de plata. Lo miré confundida y sin decir ninguna palabra, con mis ojos le pedí una explicación.

—Por lo del cristal.

Recordé que gracias a mi grito "desesperado" ha roto el cristal de la puerta del edificio.

—Gracias.

Estuvimos unos minutos que se me hicieron eternos callados, hasta que uno de los dos se digno a hablar...

—¿Me preocupo por tí y me ignoras? No te entiendo Aurora.—Dijo mirándome fijamente mientras su furia se le veía en sus ojos que ahora los veo más rojos que celestes.

Dejé la plancha sobre la remera sin importar que se estrope por el calor.

—Aaron...—Fue lo único que salió de mi boca luego que se callara involuntariamente.

—Nunca quise gritarte o asustarte. ¿Pero sabes cómo me puse cuando gritaste y se cortó la llamada? ¡Casi me agarra un puto infarto! Mis ojos no se despegaban de la pantalla observando tu ubicación y respiré cuando supe que ya estabas en tu departamento.—Respiro y aclaró su garganta luego de una explicación sin cortes—. Pero cuando pegaste ese maldito grito salí corriendo y rompí todas las leyes del tránsito por tí y eso no me importa una mierda porque puedo pagar cualquier cosa pero no tu vida.

Mis uñas estaban penetrando mi piel, estaba palida y mis ojos un poco cristalizados pero no iba a estallar aún. Él deberia estar enojado, no yo. Me siento tan culpable de quedarme bloqueada y no hacer nada para que no acabe mal. Pero mi boca parecía sellada con cemento porque no era capaz ni de abrirla.

Gruñó con rabia y se dirigió a la puerta. Se quedó quieto mientras esperaba una respuesta de mi parte, estaba impactada con lo último que dijo.

—Esperaba al menos una disculpa de tu parte también.—Abrió la puerta y desapareció dejando solo escuchar el sonido del portazo que dió al cerrar.

Recordé que había dejado la plancha sobre la remera y de inmediato la saqué. Mi paciencia se agotó al verla quemada, la agarré y la tiré con rabia al piso, enojada por lo que pasó y por mi manera de actuar. Me agaché y me abracé, lloré. Pude actuar de otra manera y no como una mierda. Lloré con frustración y arrepentimiento, me sacaba las lágrimas con mi ante brazo para nada porque las gotas seguían cayendo. Mis manos se arrastraron por mi pelo para que mi rodete improvisado se desarmará, me pegué varias veces mi cabeza sin importar el dolor. 

La cagué y no me lo perdono.

Querido JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora