Capítulo XXIII

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Daemon avanzaba por los pasillos del palacio con un rugido silencioso de ira retumbando en su pecho. Cada paso resonaba como un eco de su tormento interior, una mezcla de confusión, traición y desesperación.

 La imagen de Rhaenyra junto a Criston Cole seguía atormentándolo, como un puñal clavado en lo más profundo de su ser.

No había nada que pudiera justificar lo que había visto esta vez.

Ella lo estaba engañando con Criston Cole.

Primero fue Erryk y ahora era Criston Cole. 

Cada vez que su mente regresaba a esa escena, sentía cómo la rabia ardía en su interior, consumiendo cualquier rastro de calma o razón. 

¿Cómo había llegado a esto?  ¿Por qué? ¿Qué le había faltado?

¿Por qué entonces fue y lo salvó cuando él iba a morir en la guerra si lo quería matar ella misma?

Nada tenía sentido, pero no podía negar lo que había visto.

¿Cómo pudo haber sido tan estúpido? ¿Cómo pudo haber sido tan crédulo?

¿Acaso todos los señores de su consejo tenían razón?

Darle poder y confianza a una mujer estaba mal, lo decían siempre ¿Era cierto entonces?

¿Cómo había permitido que su amor y su confianza fueran pisoteados de esa manera? La traición se aferraba a su corazón como una garra afilada, arrancando cualquier rastro de paz que pudiera encontrar.

Al llegar a los calabozos, la ira de Daemon alcanzó su punto máximo

 Golpeó con furia las rejas de las celdas, dejando que el sonido retumbara en los pasillos como un trueno. Sus ojos brillaban con un fuego inextinguible, una mezcla de dolor y resentimiento que lo consumía desde dentro.

—¡Maldita sea! —gritó, su voz resonando con una intensidad que llenaba el espacio—. ¿Cómo pudiste hacerme esto, Rhaenyra? ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera?- gritó él aunque ella no estaba frente a él en ese minuto. Aún así, él sabía que ella podía escucharlo yendo por ella. 

Cada palabra era un puñal clavado en su alma, cada pensamiento una tortura que lo llevaba al borde del abismo emocional. No sabía qué hacer, no sabía cómo seguir adelante. Pero una cosa era segura: cobraría su venganza.

Daemon se plantó frente a la celda de Criston Cole con la ira ardiendo en su mirada.

 La furia lo envolvía como un manto oscuro, alimentando su sed de  venganza. Golpeó la puerta de la celda con un estruendo ensordecedor, haciendo que Cole alzara la mirada con sorpresa.

—¿Qué es esto? —exigió Cole, con un destello desafiante en sus ojos- ¿Acaso me dejará acá para siempre? 

Daemon lo miró con un desprecio helado, su mandíbula apretada con una intensidad que amenazaba con hacerla estallar.

—Has sido acusado de traición lo sabes bien—dijo con una voz fría como el hielo—. Sabes muy bien lo que eso significa, sabes muy bien lo que hiciste ¿Acaso creíste que te dejaría libre luego de tocar a mi esposa?- preguntó Daemon y él lo miró con desafío. Aceptando la muerte, después de todo. 

Cole esbozó una sonrisa burlona, cruzando los brazos sobre el pecho con arrogancia.

—¿Traición? ¿Qué pruebas tienes, majestad? —desafió él a pesar de que el rey mismo lo había encontrado en la cama con su esposa—. No puedes encerrarme sin una causa justa. ¿Acaso admitirás ante el pueblo que tú esposa te fue infiel? ¿Qué se revolcó en la cama conmigo?- preguntó él que quería destruír a Rhaenyra por atreverse a engañarlo todo ese tiempo.

Llamas rebeldes: La unión de los dragones (Daemyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora