Capítulo XVII

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Luego de la reunión con el consejo, Daemon envió a su esposa a sus aposentos, él ni siquiera dudó en cerrar con llave aquella puerta, y ni siquiera quiso mirar su rostro triste y aterrado cada vez que él se movía cerca de ella.

Salió de allí apartando el remordimiento que le carcomía el alma.

Le había hecho daño nuevamente, pero esta vez no quería sentir culpa.

Si, era cierto, su alma ardía por haberla dañado otra vez, pero esta vez no se dejaría llevar por ese estúpido sentimiento.

Había hecho lo que cualquier hombre o rey haría, y dejaría de sentirse como un monstruo por eso.

Quiso ser diferente. ¿Y de qué le había servido? Quiso escucharla, pero ella jamás confió en él, quiso darle poder, y ella igual lo había traicionado.

Ahora haría lo que debía hacer, y se enfocaría solo en su hijo y en la conquista.

Salió del palacio y Ser Harrold iba a seguirlo, sin embargo Corlys negó, lo haría él, sabía que Daemon necesitaba un amigo en ese momento, o terminaría inmolándose frente a algún dragón que no fuera Caraxes.

- Señor, evite que se acerque a Syrax- rogó Ser Harrold y Corlys sonrió.

- Haré lo posible- dijo Corlys que si conocía bien a Daemon, era probable que terminara arrojándose frente a la posiblemente furiosa dragona que pertenecía a su esposa.

Corlys lo encontró observando a Syrax de lejos, y antes de que él avanzara lo detuvo.

- No iba a pararme frente a ella, solo quiero verla- dijo Daemon y Corlys asintió- Es un ejemplar magnífico, seguramente será casi tan grande como Caraxes, ha crecido en libertad- dijo Daemon y Corlys asintió nuevamente.

- Así veo- dijo Corlys tranquilamente.

- Enviaré a confeccionar una montura para ella- dijo Daemon observando la precaria montura que Rhaenyra le había conseguido a Syrax- Tal vez un distintivo- dijo Daemon fijándose que la dragona no tenía nada en el pecho que la protegiera de flechas o arpones.

- Claro, por supuesto- dijo Corlys y Daemon suspiró.

A lo lejos el rugido casi frustrado de Caraxes evidenció el ánimo de su jinete.

- Di lo que quieras decir ya- dijo Daemon sabiendo que Corlys lo estaba ignorando respecto a Syrax y quería hablar de algo más.

- ¿Puedo confiar en que luego de castigar a tú esposa no irás y te inmolarás frente a su dragón?- preguntó Corlys rápidamente.

- Ya no soy el mismo imbécil al que engañaron años atrás, haré lo que deba hacer- dijo Daemon y Corlys asintió.

- Me pregunto ¿Quién tenía los ojos más llorosos en el consejo?- dijo Corlys y Daemon apretó los puños- Tú lastimada esposa, o tú- dijo Corlys y Daemon maldijo.

- No me gusta hacerle daño, pero si tengo que hacerlo lo haré- dijo Daemon y Corlys caminó hacia fuera de pozo de dragones, y Daemon lo siguió.

Generalmente era él el que seguía al rey, pero en ese minuto Daemon no era el rey, era un hombre atormentado que necesitaba urgentemente algún consejo, o al menos una copa para relajarse.

- Podríamos visitar el burdel que acostumbrábamos a visitar ¿Lo recuerdas? Había una mujer allí, aquella que era tú favorita, tal vez aún esté- dijo Corlys y estuvo tentado a burlarse de la mirada que le había dado Daemon- Lo siento, lo olvidé, hombre casado que lleva sin probar el sexo desde que lo dejó su mujer- dijo Corlys y Daemon maldijo.

Llamas rebeldes: La unión de los dragones (Daemyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora