Capítulo I

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Hola! A todos, acá nuevo capítulo y les advierto inmediatamente.

No se ilusionen con la actitud de Daemon en este capítulo, recuerden que es una historia oscura, y tendrá comportamientos machistas más adelante. Como cada hombre en la historia porque se inspira en la época donde el machismo se respiraba y se sudaba jaja.

Fuera de eso, si ya comprendieron lo que dije, pueden ilusionarse leyendo el capítulo y enamorándose de lo que hará Daemon. 

No olviden comentar y votar jeje.

Rhaenyra despertó sola en la vastedad de la habitación, su cuerpo resonando con el eco de la noche anterior. Un gemido ahogado escapó de sus labios al recordar la consumación de su matrimonio, mientras el dolor en su centro le recordaba que a pesar de que él había sido cuidadoso, su primera vez había dolido bastante.

 ¿Era normal sentirse así después de casarse? No tenía la menor idea. La ausencia de su madre, fallecida cuando ella apenas era una niña, dejó un vacío en su conocimiento sobre los misterios de la vida adulta, un vacío que ahora se hacía sentir con fuerza.

Agradeció en silencio que su esposo no estuviera presente en ese momento. No se sentía capaz de enfrentarlo, no después de la noche que habían compartido. 

Con cuidado, tomó la sábana y la envolvió alrededor de su cuerpo desnudo, buscando algo de consuelo aferrándose a la tela. ¿Qué debía hacer ahora? La pregunta flotaba en su mente, sin respuesta.

¿Qué se esperaba de ella aparte de parir los hijos del rey? ¿Estaría ya embarazada? No quiso pensar en eso. 

¿Qué debía hacer ahora? ¿Se quedaba allí en la cama esperando que el volviera para poner sus hijos en ella?

¿O tenía que hacer algo más y ella ni siquiera sabía qué? 

Por suerte, las doncellas entraron en la habitación, trayendo consigo un aire de actividad y normalidad que era ajeno a los torbellinos emocionales de Rhaenyra. 

La llevaron a una tina llena de agua tibia, prometiendo que el calor ayudaría a calmar los dolores posteriores a la consumación. Rhaenyra se sintió invadida por una ola de vergüenza ante la idea de que todos en el castillo sabían lo que había ocurrido entre ella y su esposo la noche anterior. Aunque era una realidad inevitable, la forma casual con la que las doncellas lo mencionaban solo intensificaba su rubor y su incomodidad.

Después del baño, las doncellas la vistieron con telas finas y delicadas, más lujosas de lo que Rhaenyra había experimentado jamás en su vida. Observó maravillada el vestido costoso y elaborado que adornaba su cuerpo, preguntándose cómo podría merecer semejante indulgencia. 

Mientras trenzaban su cabello, una de las doncellas elogió su belleza natural, asegurándole que ni siquiera necesitaba maquillaje para resplandecer. La dulzura del cumplido solo sirvió para avivar el rubor en las mejillas de Rhaenyra, quien se sentía como una intrusa en un mundo de lujos y formalidades que no conocía, o no recordaba conocer.

Aunque cada gesto de las doncellas era gentil y cuidadoso, Rhaenyra no podía evitar sentirse como una marioneta en manos de fuerzas más grandes que ella misma. 

El matrimonio, ese vínculo impuesto que la había unido a un hombre que apenas conocía, era una jaula dorada que la aprisionaba en un destino que no había elegido.

 Mientras contemplaba su reflejo en el espejo, se preguntaba qué depararía el futuro en ese matrimonio forzado, y si alguna vez encontraría la libertad que anhelaba en lo más profundo de su corazón.

Fue guiada hacia el comedor, donde le informaron que su esposo, su padre y parte del consejo del rey se reunirían para desayunar. 

¿Se suponía que ella debía estar allí? Las doncellas le sonrieron con ternura ante su pregunta.

Llamas rebeldes: La unión de los dragones (Daemyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora