ii

109 11 4
                                    

diez años

Regulus cometió su primer error a los diez años. Al menos el primer error que lo perseguiría por el resto de su vida.

El incidente de la impresora.

Todo empezó el primer día de clases. La profesora estaba decidida a darles roles como limpiar el pizarrón, recoger los marcadores y el borrador o hacer el pase de asistencia. El rol más importante, sin embargo, era el de ser líder de la línea.

Un trabajo simple pero que daba cierta sensación de poder. El líder de la línea podía ser el primero en tomar su lonchera para el recreo en cuanto el timbre sonaba y detrás suyo se formaban los otros niños; también podía elegir el libro grupal para la hora de lectura o entregar las hojas de trabajo para cada compañero. Todos los niños tenían la oportunidad de serlo durante un día y Regulus esperó pacientemente para que su turno llegara.

Un día antes revisó la lista varias veces para asegurarse de que era su turno. Esa mañana Regulus se puso su playera de dinosaurios favorita y le pidió a Sirius prestados sus tenis con tiras rojas aunque le quedaban un poco grandes. Incluso se puso feliz cuando Ted se ofreció a llevarlos a la escuela para que pudieran llegar más temprano.

Regulus se sentó en su banca de siempre y esperó pacientemente hasta el timbre de entrada. Se sostuvo de los costados de la silla con energía contenida mientras la maestra cambiaba la hoja del día anterior con los roles escritos y buscó su nombre al inicio de la nueva, como solían estar los líderes de la línea.

Y su nombre no estaba ahí.

Regulus frunció el ceño y levantó la mano mientras la maestra hablaba.

—La hoja está mal.

—Regulus, sabes que en este salón no hablamos sin permiso —la maestra no hizo mayor intento por escucharlo y se giró para iniciar la clase.

—La lista no va en ese orden, me saltó —insistió.

Una parte de Regulus no entendía bien el cambio en el orden cuando se suponía que las cosas debían ser de una forma establecida. No entendía bien por qué parecía el único interesado en el cambio. La maestra se volteó y negó.

—Podemos hablarlo después de clase, Regulus. Ahora mismo no voy a retrasar la clase por eso.

Regulus había tenido desbordes emocionales antes, era un niño a fin de cuentas. Pero nada podría preparar a la maestra ni a él mismo para lo que hizo.

—¡No! ¡No es justo! —El grito salió de su garganta y la maestra se giró para verlo con el ceño fruncido.

—Regulus Black, guarda silencio ahora mismo. —Ordenó pero el niño se levantó y caminó hasta el frente.

—Pero la hoja está mal. Es mi turno de ser líder de línea —intentó una vez más, con lágrimas empezando a formarse en sus ojos y la garganta resentida por el grito.

—Lo solucionaremos al final de la clase —La maestra apretó los labios.

—¡Pero está mal! —Regulus golpeó lo primero que encontró en el escritorio y eso resultó ser una pequeña impresora portátil de la maestra.

El aparato cayó al suelo con un estruendo que asustó al propio niño y observó a su maestra con rabia. Los demás niños lo presenciaron todo en silencio y Regulus solo quería que quien fuera admitiera que él tenía razón. Que le correspondía ser el líder de línea y que la maestra tenía que explicarle por qué de pronto las reglas cambiaron para él.

La bandeja de hojas de la impresora se partió en dos por el golpe y Regulus corrió fuera del salón con el enojo por ser ignorado burbujeando en su interior. Nunca pudo recordar, ni siquiera en sus momentos de tranquilidad, si en realidad dio una última patada a la impresora antes de salir o fue un invento de sus compañeros para volver la anécdota más aterradora.

...

Para la hora del recreo, Regulus había sido devuelto a su salón con la promesa de que su espacio como líder de línea sería respetado al día siguiente y el castigo de quedarse durante el recreo en el salón por el resto de la semana. Sus compañeros siguieron viéndolo mal por el resto del día, como si Regulus hubiera arremetido personalmente con cada uno.

Para el final del día, Regulus había entendido que se había equivocado al igual que su maestra. Ambos lo aceptaron y llegaron al acuerdo de que él podría comunicarle cualquier duda o desacuerdo que no estuviera relacionada con la clase después del timbre de recreo o salida. Regulus prometió no volver a interrumpir la clase de esa forma y esperó pacientemente a que Andrómeda terminara de hablar con la maestra sobre el incidente para ir a casa. Sirius se quedaría en la escuela durante otras dos horas para una clase de música así que se sentó solo en el patio de juegos y observó como otros niños, incluso los mayores, parecían verlo y susurrar a su alrededor.

—Sólo un tarado llora por no ser líder de línea —escuchó a uno de los niños decir y otros a su alrededor soltaron risas crueles.

—¿Sabían que ni siquiera su hermano quiere juntarse con él?

Una parte de Regulus sabía que eso no era verdad. Sirius jugaba con él en casa todo el tiempo y no se despedían en la escuela hasta que cada uno debía ir a su salón. Sirius siempre tenía tiempo para jugar a atrapar la pelota con él cuando Ted no podía y a veces Sirius le mostraba un poco de lo que aprendía en sus nuevas clases de música. Pero algo en el comentario hizo que la ira anterior burbujeara de nuevo.

—No creo que nadie quiera juntarse con él nunca más, le aventó la impresora a la maestra.

—Eso no es cierto —se defendió, dejando en claro que estaba escuchando los comentarios.

Tenía los puños apretados y el ceño fruncido. Regulus reconoció al mismo niño que dijo lo de la impresora como Severus Snape, era un año mayor que él. Sirius también lo odiaba. Dio un paso al frente y se burló. Todos los niños ahí hablaban sobre él como si supieran mejor lo que había pasado y negaban su versión de la historia aunque Regulus intentó explicarse.

Terminó empujando a Snape al suelo con saña y estaba dispuesto a abalanzarse sobre él cuando alguien lo tomó de la cintura para jalarlo.

—Reggie, ¿qué haces? —La voz de Andrómeda sonaba molesta y preocupada. —No has salido de un problema cuando ya te estás metiendo en otro —añadió ella cuando logró alejarlo del otro niño.

Vio a Andy con enojo y ella lo tomó con firmeza del hombro para evitar que se moviera. Snape empezó a llorar y el grupo que lo observó todo comenzó a dispersarse. Otra mujer se acercó corriendo hasta el único niño que quedaba. Andrómeda trató de hablar con Regulus pero se sentía como si no pudiera escuchar nada entre su propio enojo y el llanto de su compañero.

Snape estaba abrazado a la mujer que corrió hasta él y ella frunció el ceño hacía Andrómeda y él después de escuchar la versión del otro niño.

—¿Qué está mal con tu hijo? —Cuestionó de forma cruel la mujer mientras tomaba a su hijo de la mano y se alejaba.

Esa fue la primera pero no la última vez que Regulus vio la consternación en los ojos alarmados de Andrómeda.

Ese fue el inicio del fin.

......

Se sabe que estos pequeños capítulos de Reg son un poco más esporádicos y se publican a mitad de semana antes del capítulo principal pero este me tomó algo de tiempo de escribir. Creo que es un capítulo simple pero marca un suceso importante en la vida de Regulus porque es lo que para el personaje marca "el inicio del fin".

No se preocupen si aún no logran comprender bien al personaje. Reg es básicamente un self-fulfilling prophecy, o sea, un personaje que termina siendo lo que es gracias a que le hicieron creer que eso debía ser y se lo creyó. Tiene más trasfondo, claro, pero es esto lo que podría ayudar mejor a comprender al personaje:)

Espero hayan disfrutado este pequeño capítulo. Estoy trabajando en el capítulo del sábado tan rápido como puedo porque he tenido algunos inconvenientes pero de que estará listo, estará listo!Saben que si quieren apoyarme pueden comentar, dejar votos y compartir la historia:)

Gracias por leerme<3

Besos, Ann

Dear Remus Lupin [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora