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Nada mejoró después del intento de suicidio.

Estuvo varias semanas en un centro de rehabilitación por recomendación del médico y decisión de Andrómeda.

—Está desapareciendo, Ted. Mi pequeño está desapareciendo y si lo permites, si dejas que se vaya, nunca te perdonaré —Había dicho ella.

Estaban de visita en el hospital y debieron creer que él seguía dormido porque el tema salió a la luz. Sonó como una discusión a la que ambos estaban bien acostumbrados.

Regulus pensó que era una acusación injusta de todos modos. No era culpa de Ted, tampoco de ella ni de nadie. Tal vez Regulus simplemente estaba muy roto como para funcionar.

Entonces, sí, fueron las peores semanas en su vida.

Odió desde el primer momento las paredes blancas, cada mueble que daba la sensación de estar totalmente esterilizado; todo el lugar era inquietante. Desde el orden hasta la amabilidad fingida del personal en contraste con todo el enojo y hundimiento interno de los pacientes.

Regulus se dio cuenta muy pronto de que no conocía ni la mitad de sustancias con las que uno podía drogarse. Eso hasta que tuvo de frente a personas con experiencias reales. Vio a lo que se referían en verdad los anuncios en la televisión y la propaganda antidrogas.

La marihuana y los calmantes parecían inofensivos a comparación con lo que observó durante esas semanas internado.

Todos estaban tan molestos como él y al mismo tiempo era muy diferente de ver. La abstinencia también dejaba sus huellas de forma distinta en las personas. Y Regulus convivió diario con eso durante semanas en las sesiones obligatorias de terapia grupal. Era como ver un reflejo de sí mismo, de lo que podría llegar a ser.

Un día, uno de los terapeutas le sugirió a Regulus empezar a escribir. Primero se burló internamente, luego lo intentó de verdad. Empezó a llenar hojas y hojas de cuaderno con sus palabras. Sólo se dio cuenta de lo mucho que escribía cuando tuvo que pedirle a Andrómeda otra libreta.

Las palabras se volvieron un aliado cuando se trataba de todo aquello que no se atrevía a contarle a nadie más.

Un día, Sirius envió un comic de regalo. Regulus lo leyó cientos de veces, empezando de nuevo cada vez que lo terminaba. Su hermano rara vez iba de visita y no podía culparlo. Si él tuviera opción, no estaría ahí.

Regulus nunca extrañó tanto su hogar como lo hizo durante esas semanas. Incluso con los malentendidos y las discusiones que solían dejarlo con la garganta en carne viva, volver a casa sonaba tan entrañable con cada día que pasaba ahí.

Pasó de creer que odiaba estar bajo la mirada atenta de Andrómeda y Ted a darse cuenta de que en realidad odiaba más la forma en que lo veían ahí.

Era un enfermo sin esperanza de mejorar. Una estadística más.

Y la parte más aterradora era que tal vez tenían razón.

...

dieciséis años

Ese año pasó de forma borrosa. Regulus dejó de cooperar activamente con cualquier remedio que Andrómeda y Ted ofrecieran porque no podía lidiar más con ellos.

Después de rehabilitación había muy poco de Regulus para rescatar. Tal vez siempre hubo poco pero en ese momento se volvió más notable. Su temperamento sólo se volvió peor y toda la frustración y furia reprimidas hacían su esfuerzo por salir a como diera lugar. Gracias a eso había tallones en el suelo y agujeros en sus paredes; quejas de vecinos por el ruido y grietas en su relación con su familia.

Un día, el enojo lo llevó a decirle a Sirius que lo iba a matar y ese fue el final de todo.

Los interrogatorios de su hermano lo ponían paranóico.

Primero rompió su guitarra y de un momento a otro se encontró golpeando con fuerza la puerta de Sirius y gritando a todo pulmón. Fue entonces que se escuchó a sí mismo.

Te voy a matar y ni siquiera estoy bromeando, Sirius.

Muchas veces se encontró sorprendido por sus acciones. Se preguntaba cuán aterrador, malo o grosero podía llegar a ser incluso antes de cometer el error. Nunca era capaz de detenerse de todos modos. Había momentos en que escuchaba sus propios gritos e intentaba convencerse de que no era él porque nadie en su sano juicio querría ser como Regulus.

Pero ese día fue diferente.

Regulus se arrepintió en cuanto tuvo un poco de tiempo para pensar en lo que hizo. No pidió perdón y se odió aún más por eso.

¿Qué está mal conmigo? ¿Estoy mal de la cabeza?

Supuso que sí.

Racionalmente, Regulus no quería hacerle daño a Sirius, aunque una parte de él lo dudó el resto de su vida. ¿Qué habría pasado si hubiera podido abrir la puerta? ¿De verdad lo habría hecho? Siempre trató de convencerse de que no, que no era esa clase de monstruo, pero en sus peores días, estaba seguro de que lo habría hecho.

Es la clase de pensamiento que lo persiguió durante los meses siguientes.

......

Hola, holaaa. Seguimos con los capítulos sobre Reg aunque sólo nos queda uno más aparte de este. Sigo entre emocionada y triste por el final de este fic. No quiero dejarlo pero me emociona que por fin estoy terminando un fic:)

Básicamente siento que estas semanas se sentirán como un mini maratón porque he publicado muy seguido los capítulos jkjs Estos capítulos son muy cortitos pero me parecen muy importantes para entender al personaje de Regulus. No era necesariamente una persona mala sino que, como dijo Sirius una vez, todo lo que no se trata acaba mal. 

Lamento si hay cosas que no son 100% reales, investigué pero nunca he estado en rehabilitación ni nada por el estilo entonces mi experiencia está muy limitada. Igual cualquier sugerencia es bienvenida!

Cualquier opinión es bienvenida. Pueden comentar y votar si gustan pues eso me apoyaría mucho!

Gracias por leerme<3 

Besos, Ann

Dear Remus Lupin [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora