Amelia
Habían arruinado mi sesión de spa.
Los tacones altos resuenan con fuerza mientras más me acerco al despacho de Eduardo Strong. No me molesto siquiera en tocar y descubrirlo follando a alguna de sus muchas secretarias o amantes que él tiene.
Aunque igual agradezco no haberlo encontrado en esa posición.
—¿Qué carajos sucede contigo?
Cada palabra sale disparadas de mi boca como dagas.
En medio de mi baño burbujeante me llegó una carta desde Italia donde redactaban mierda y mierda respecto a mi familia.
Su rostro se relaja al verme aún con la carta blanca apretada en mi puño. Niega con la cabeza y se levanta acomodando su traje sin ningún rastro de esas espantosas corbatas.
—¿Casarme? Eso no era parte del trato, padre.
Vuelvo a leer las letras pequeñas y escritas en italiano sin creer lo que mis ojos pueden observar. Las palabras "matrimonio" y "familias unidas" es lo único que capta toda mi atención.
—Amelia.
—¡No! —Alzo un dedo amenazador— Amelia nada. Dijimos claramente que solo lo vería esa noche de las máscaras, lo llevaría a un maldito cuarto y moriría lentamente en mis manos. Eso fue lo acordado.
No podía casarme con el asesino de mi hermano, ni siquiera permitir que se acerque más de lo normal conmigo. Primero muerta antes que estar más de media hora a su lado.
Toma mi muñeca y tira de mí para meterme a su despacho, cerrando la puerta y pasando una de sus manos por el cabello blanco. A Eduardo Strong los años le han sentado de maravilla.
¿Puede imaginarse a un hombre de casi cincuenta años luciendo como uno de treinta? Ese es mi padre.
He tenido amigas, varias. ¿Qué paso? Dejé de tenerlas cuando cumplí la mayoría de edad o tener amigas mayores que yo porque todas caían en sus encantos. Si supieran a cuantas encontré espiando a mi padre durante las pijamadas o insinuándole se caerían de culo.
Mientras, él siempre las ha esquivado por lo mismo que eran mis amigas y tenían casi mi edad. Es cierto que se folla a jóvenes, pero rara vez a menores de treinta y cinco.
Regreso de mis pensamientos a la situación que mi padre me está obligando a afrontar: Matrimonio.
—Es una mejor forma de acercarnos a esa familia.
—¿Acercarnos?
Una risa burlona sale de mis labios mientras camino en círculos por su oficina, aún con la carta en manos.
—¿Crees que iba a ser fácil solo ir y matarlo? Si fuese así de sencillo hace años lo hubiera hecho por mi cuenta. Amelia te estoy hablando.
Su tono autoritario me hace girar para verlo nuevamente.
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Divina Tentación
Teen FictionEn un mundo donde las lealtades se tejen con balas y promesas, mi destino se entrelaza con el de Gianfranco Schiaparelli, un heredero de la mafia italiana. Obligados a casarnos para sellar la paz entre nuestras familias, nuestro matrimonio es mucho...