6

361 23 0
                                    

Amelia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Amelia

Al día siguiente mientras tomo desayuno en mi villa llega uno de los hombres de Gianfranco, que se presenta como Francesco Romano y me indica que debo hacer mis maletas porque hoy mismo iré a la mansión Schiaparelli. Sabía que debía de ir hoy, claro. Solo que no me esperaba fuera tan temprano.

—¿Ahora? —Vuelvo a preguntar mientras le doy un último sorbo a mi taza de café.

—Sí, señorita Strong. El jefe me indicó que es mejor que vaya de una vez para acostumbrarse al clima.

Ruedo los ojos y me levanto de la mesa. Cubro mi cuerpo con la bata tapando mi pijama de encaje para que el hombre no la vea. Al parecer no está interesado en mí, porque mira hacia otro lado cualquiera del comedor y sus brazos están en su espalda. El cabello con ligeras canas se encuentra peinado hacia atrás y sus ojos oscuros no tienen ni una sola chispa de brillo, como si odiara que lo mandaran conmigo.

Llamo a una de las sirvientas para indicarle que aliste mi maleta en lo que tomo una ducha.

No me tomo más de treinta minutos en bañarme y arreglarme. Observo las joyas que la muchacha agarra con cuidado metiéndola a las maletas que trajeron nuevas para las cosas y la detengo. Abro uno de los cofres y saco un collar de rubíes. Sonrío y le pido ayuda a que me lo ponga.

Bajo con ella a mis espaldas y me doy cuenta que solo faltaban las dos que estaban arriba con las joyas que compró ayer Gianfranco.

El mismo chofer de la fiesta y el que vino hoy por mí me espera abajo mientras teclea algo en su celular antes de apagarlo y observarme desde los pies de la escalera.

—¿Lista?

—Lista.

Me pongo los lentes de sol y camino con los tacones por delante de él. Hoy decidí usar un vestido corto y rojo al igual que el diamante que cargo en mi pecho.

El cabello cae en ondas y me hace cosquillas en la espalda descubierta. Debo de dar una buena impresión a la nueva familia.

Saludo con una sonrisa a los hombres de Gianfranco que reconozco de ayer, me subo a la camioneta negra y me saco por fin los lentes llevando mis dedos al puente de la nariz y apretándolo. Empezó a dolerme ligeramente la cabeza cuando tomaba el baño, pero no le di mucha importancia.

—El Don Schiaparelli me indicó que le diga sobre que hoy conocerá a todo el personal y a su familia.

Me mira por el espejo retrovisor mientras sigue manejando.

—Ya conozco a su padre.

—Pero no a su hermana.

Lo había olvidado. La culpable que mi hermano esté muerto.

Si ella no lo hubiera conocido...

Volteo el rostro hacia las calles vacías y llenas de áreas verdes. A estas horas del día puedo apreciar mejor el camino de llegada para el palacio Schiaparelli. El sol apenas está despertando y apareciendo por entre las pequeñas montañas verdosas a los lados. Dejo descansar la frente contra la ventana mientras inhalo con fuerza y vuelvo a cerrar los ojos por las punzadas de dolor que surge en mi cabeza.

Divina TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora