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Gianfranco

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Gianfranco

Golpeo con mi dedo el vaso vacío mientras a mi lado Darío le dice cosas al oído a la mujer que debería encargarse de servirme más whisky. Para eso es que le pago.

Me encuentro en mi jodida despedida de soltero, o al menos así lo llamaba el idiota. Parecía más una excusa para venir nuevamente y estar rodeado de mujeres.

Quisiera poder sacar algún provecho o diversión de esto, pero no logro. Mi mente ahora está en otro lado.

Cuando salí hoy de la casa me acerqué al área de la piscina donde Vittoria y Amelia se encontraban descansando en las tumbonas y disfrutando del sol. Pude acercarme a ambas y despedirme como si se tratara de una familia feliz y unida, pero no. Al menos con Amelia no.

Puede que le haya permitido tocar el piano de mi madre cuando ella quiera, que me haya preocupado por su herida o no deje de verla cada maldito segundo que entra al mismo ambiente que yo. Pero nunca la voy a considerar de mi familia.

Nunca.

Hubiera preferido quedarme en mi oficina simplemente revisando archivos o bebiendo en mi soledad, pero al parecer dos idiotas creen que es mejor estar aquí días antes de comprometerme con la muerte.

Mientras Darío sigue jugando con la rubia plástica, Francesco no deja de mirar su celular cada cinco segundos. ¿Qué puede ser tan importante como para no estar en la misma situación que mi hermano?

Ahora que lo pienso, Francesco ha trabajado varios años para la familia, pero nunca me he preocupado por su vida. ¿Debería? Si no me afecta, no debe importar.

Solo sé lo básico, que vive solo y no hay rastro alguno de si tiene padres o no. Es un hombre firme y decidido que conocí hace un par de años cuando padre lo contrató de no sé dónde, nunca me molesté el preguntar. Tampoco necesitaba hacerlo, desde el día uno fue mi mano derecha y me ha dado su total confianza. Sé que nunca me podrá traicionar.

—Apaga ese maldito celular o te lo meteré por el culo. —Darío alza la voz por encima de la música, dirigiéndose a Francesco.

El hombre a mi lado gruñe mientras le lanza una mirada furiosa.

—No hay nada interesante que ver aquí.

Darío levanta a la prostituta y le hace dar una vuelta mientras silva. La rubia sonríe cuando menea su culo haciendo lo que le piden.

—Esto es muy interesante —le da una palmada en las mejillas y vuelve a tirar de ella para tenerla en sus piernas—, deberías buscarte alguna putita tú también o dos.

—Eso mejor se lo dejo a Gianfranco. —Francesco me señala con la cabeza— Es el que peor cara de todos aquí tiene. ¿Necesitar alguna vagina o tetas para desquitarte y olvidarte por esta noche de Amelia?

Lo fulmino con la mirada.

—No hables de ella.

Darío suelta una risa y lo miro a él.

Divina TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora