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Gianfranco

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Gianfranco

La pelirroja sigue aún encima de mí, mientras que la otra con su melena negra suelta y larga recorre con su lengua cada parte de mi pecho desnudo.

Mis manos viajan a la cadera de la que tengo encima y penetro unas veces más con fuerza alcanzando su orgasmo para que salga de una vez de mí.

Solo había venido a este maldito burdel porque mi padre creía que era una buena manera de celebrar mi despedida de soltero.

Y una mierda.

Cuando me enteré que sería casado con una hija del Don más importante de Estados Unidos solo pensé en pegarme un tiro. ¿Qué carajos iba a hacer yo con una simple jovencita que le llevo alrededor de ocho años de diferencia?

No se molestaron siquiera en mostrarme como era, o decirme su nombre. Fue simple: Es la hija del Don Strong, vendrá al baile de máscaras y será tu esposa en un mes.

Así de corto y conciso mi viejo padre me dio la noticia que cambiaría mi vida por siempre. ¿A cambio de qué? Seguridad en su país. ¿Qué mierda?

Yo no necesito seguridad, ellos me necesitan a mí.

Con un gruñido aparto a la pelinegra que estaba a punto de chuparme la polla y me la vuelvo a guardar aún enojado. Me acaban de cambiar todo el humor traer esos recuerdos de hace una semana.

—¿Qué carajos? —Escucho que una dice a mi espalda cuando le lanzo dos fajos de billetes. Ha de haber como diez mil dólares en cada uno.

—Me aburrieron, pero al menos tienen buen cuerpo.

Digo antes de salir por las cortinas rojas y abotonando mi camisa dejando libre los últimos dos botones superiores. El burdel al que vine es de los más costosos y lujosos de toda Italia.

Suelo venir aquí para hablar con variados clientes o cuando necesitamos reunir información acerca de los Barbieri. Específicamente poder llegar a Enzo Barbieri. Ese hijo de puta me había causado muchos problemas a lo largo de mi vida.

Había matado alrededor de cuatro novias mías en mi jodida adolescencia hasta hace cinco años cuando decidí no volver a tener a otra mujer a mi lado de manera romántica.

El casarme con una princesa de la mafia tampoco ayudaba.

Enzo siempre ha sabido buscarme la pelea, y yo se la he devuelto durante mis tantos años al bando ahora de la mafia. Nuestro último ataque fue hace un par de meses, donde recibí un impacto de bala en mi hombro cuando mandó sus hombres a interceptarme mientras manejaba y él luego recibió una gran cicatriz en su antebrazo al momento que en un restaurante trajeron la comida y "de casualidad" el mozo le tiró una bandeja hirviendo.

Paseo la mirada por el oscuro lugar, únicamente alumbrado por algunas lámparas rojas en las paredes. Un candelabro gigante cuelga del medio de la pista donde las mujeres bailan semidesnudas en el tubo para poder ser vendidas durante unas horas a los hombres.

Divina TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora