Amelia
No llevo ni una hora como esposa de Gianfranco y ya quiero mandar todo a la mierda y divorciarme. ¿Los novios deben darse regalos de matrimonio? Porque estoy a punto de ofrecerle una bala en el craneo.
Mientras más segundos llevo a su lado (simbólicamente, porque estamos a cinco metros de distancia), más cosas noto en él. Cosas que me inquietan y no puedo evitar hacer que pensamientos ronden en mi cabeza.
Nos fuimos de la ceremonia y fiesta de compromiso sin siquiera decirle nada a los invitados o a su familia. La camioneta negra ya nos estaba esperando con las puertas abiertas cuando llegamos. Desde entonces él no me ha mirado, siquiera dirigido la palabra. Mucho menos cuando abordamos el jet en el aeropuerto con destino a Dios sabrá dónde.
Aún con mi vestido puesto y unas cuantas gotas de sangre salpicadas en él mantengo la mirada fija en la ventana. Me tomo el tiempo de pensar y asimilar lo que acaba de pasar en un solo día: Me casé y me amenazaron con muerte.
El mejor puto día de mi vida.
Creo que me molestaba más el hecho de tener el vestido sucio a no poder disfrutar del gran banquete que me tardé días en organizar. Malditos todos.
Miro por encima de mi hombro a Gianfranco quien está al otro extremo sentado con una laptop en sus piernas y la mirada fija sin distracción alguna de la pantalla. Teclea a rápida velocidad mientras murmura cosas en italiano. Cada dos segundos frunce el ceño, luego vuelve a tener el rostro calmado y de nuevo se repite la secuencia.
¿Con quién estará hablando?
Noto por el otro lado que una chica joven y rubia sale de la cabina del piloto. Tiene los labios exageradamente pintados y un uniforme azul que la hace ver hermosa. Una sonrisa se extiende en su rostro cuando camina hacia mí y se inclina ligeramente.
—Buenas tardes, ¿desea algo para comer?
—No, gracias.
Asiente dándome un repaso con la mirada y sigue caminando por el largo del jet en dirección a Gianfranco. Espero que ella le coquetee, se le ofrezca o él de frente la jale para hacer algo indebido. Pero ella en ningún momento ni él hacen cosa alguna.
—Buenas tardes señor Schiaparelli, ¿desea...?
—No. —Responde frío y cortante sin dejar de escribir.
Ella asiente y se da la vuelta para volver de donde salió entornando los ojos y farfullando lo mucho que este trabajo le cansa.
Al parecer no soy la única que odia estar cerca de ese ser.
Todo vuelve a estar en silencio al menos veinte minutos más hasta que el piloto nos indica que estamos por aterrizar. Con la mirada puesta en la ventana trato de ver a dónde estamos llegando.
Solo observo mar alrededor de nosotros. Unos segundos después los árboles y una gran ciudad nos da la bienvenida.
Es la primera vez en mucho tiempo que viajo a otro lugar que no sea mi hogar y se me permita observar, interactuar con el exterior y poder disfrutarlo. Pero dudo que Gianfranco lo permita.
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Divina Tentación
Teen FictionEn un mundo donde las lealtades se tejen con balas y promesas, mi destino se entrelaza con el de Gianfranco Schiaparelli, un heredero de la mafia italiana. Obligados a casarnos para sellar la paz entre nuestras familias, nuestro matrimonio es mucho...