24 de septiembre 1986
Miércoles, era siempre el día más ajetreado de la semana, había salido volando de la universidad, apenas llegué a almorzar a las tres de la tarde, le di la vuelta con el tenedor a los tallarines a lo Alfredo y me fui corriendo. Tenía un deber que cumplir aun lado el chismorreo y las locuras entre amigas por hoy: tenía que tramitar mi permiso de residencia en la cancillería.
Si, era peruana, bueno eso ya lo sabían, ¿no?. Limeña, peruana ade pura cepa aunque quizás de corazón no tanto . Al fin y al cabo, todos somos una mezcla de todo, nuestras facciones y apellidos son herencia española, en fin, muy vecinos éramos con Argentina, así que ni modo. Y no he contado la historia de cómo llegué aquí pero todo a su tiempo.
Andaba distraída, revisaba en mi bolso si tenía todos los documentos y todo en regla: mi pasaporte, DNI peruano, carnet de extranjería, permiso de residencia
"Todo en orden" pensé
La tarde aquí estaba fresca aunque con es neblina baja que hace parecer todo más tarde de lo que en realidad es: es neblina me hizo acordar a Miraflores y a mi epoca adolescente y los dias grises en el cielo limeño
En eso parpadeé mientras guardaba mis cosas de nuevo y caminaba como autómata y fue ahí cuando me tropecé con alguien. Por suerte amortigüé la caída y solo trastabillé, mis cosas si estaban en el suelo regadas en la acera.
Miré en seguida mis cosas para empezar a recogerlas pero una mano me tocó el hombro y miré con recelo, seguro era la persona con la que había tropezado o alguna persona que se apiada de la despistada a la que parece habérsele caído las cosas. Me reí internamente
—¿Estás bien? — terminó de decir eso aún con su mano en mi hombro
Era demasiada coincidencia, yo conozco esa voz y el de seguro la mía, alcé la vista y en ese instante habíamos cruzado miradas. Esos ojos azules inquietos y vivarachos y su expresión sonreía
—Gustavo... — apenas reaccioné
— Clau... — reaccionamos casi a la vez
— Que coinciden...
— Que gusto encon...
— ¿Vos que hacés aquí? — arrugué el entrecejo
— A ver, a ver — intervino con un ademán conciliador en sus manos y con eso me hizo reír — vamos por partes, primero como buen ciudadano te ayudo a recoger tus cosas
Enseguida el las recogió diciendo el nombre de cada cosa
— Papel — mirando el documento y entregándomelo— boligrafo, uh que lindo! Paper mate eh? — se rió con inocencia de pibe — pasaporte, ¿pasaporte? — alzó las cejas
— Ey, ey — le di un leve golpe en la mano — no seas chismoso, dame mis cosas ya, sin leer — le dije algo incomoda pero riendome aun por sus comentarios que hizo de cada cosa
— Esta bien, esta bien — se rió y me entegó todo
Yo iba guardando todo de nuevo
— Bueno, ahora si te respondo, nena, pero antes que yo lo haga tengo más curiosidad sobre ¿que hacés vos aquí?
— Nada de tu incumbencia
— ¡Que directa! — se burló
— Bueno, yo por mi parte paseaba por el centro ¿raro no?
— No te hagás, ¿en serio paseabas? Yo no hago eso mucho y cuando lo hago no es que me muera por venir al centro
— ¿De veras? Creeme, palabra de un guitarrista —alzó dos dedos: el índice y el medio como juramento y comenzó a reírse
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Cuando pase el invierno
RomansaSeptiembre de 1986 Claudia Villarreal es una brillante y algo obsesiva estudiante de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Su vida comienza a cambiar cuando empiezan ruidos frente a su departamento: Soda Stereo, la banda del momento, había esc...