La noche estaba helada, esa era una de las cosas que más me costaron acostumbrarme, en Buenos Aires nevaba, en Lima, de donde yo venía, nunca sucedía eso, ahora sentía mi aliento ser lo único que permitía entrar en calor en medio de la penumbra.
Cerré la puerta del edificio y escuché los vidrios vibrar al cerrarse.
Caminaba sola en la calle con rumbo a la papelería que quedaba a dos calles. En eso, vi una sombra acercarse, me desconcentré y me anudé mejor el pañuelo de forma monótona. Era imposible, se acercaba más, venía hacia mi, agucé la mirada y entonces se detuve en frente mío, la sombra no me permitía verle el rostro
Era un hombre alto, vestía de negro, o la luz me permitía verlo así, su figura delgada y su cabello alborotado, ¿qué diablos querría?
— Te vi cruzando la calle — estaba al frente — quería saludarte — exhaló y esbozó una sonrisa, el aire golpeó el árbol que estaba junto a él y pude ver instantáneamente su rostro
Tenía unos vibrantes ojos azules, la piel blanca y el cabello tan revuelto como proyectaba la sombra. Me quedé paralizada, no por su apariencia, pero si, por saber que querría aquel desconocido
— ¿Quien ... sos? — dije con intriga y con cierto desdén
— Soy Gustavo, mucho gusto — me extendió su mano
— Pero que, ¿qué?, ¿qué cosa querés? — pese a que dije eso por inercia le estreché la mano con frialdad
— No quería interrumpirte, pero te vi por la ventana y ahora te vi salir así que, quería hablar con vos
— De modo que vos sos el fisgón de la ventana — solté sarcástica— ¿Quien te dijo que podías fisgonear en las ventanas? Eh! No tenías ningún derecho de violar mi privacidad — puntualicé
— Perdona si te incomodé tanto. Yo sólo disfrutaba de la vista. — sonrió con una ingenuidad que ocultaba bellaquería
— ¿Disfrutar de la vista? — alcé las cejas — Pues que alegría que mi habitación te parezca tan fascinante
— No sólo la habitación— confesó sonriendo
— Bueno, ¿que haces aquí? ¿Por qué te acercas?
— Solo quería saludarte, más allá de mi ventana, tenía curiosidad por conocer a vos. Soy Gustavo como te dije, y vos...
— Claudia, bien ahora si, tengo que ir a comprar
— Te acompaño, ya está oscuro, y no sería buena idea ir sola
— No creo que sea buena idea — dije seria
Comencé a notar que mientras continuaba negando que me acompañe el seguía a mi lado así que bufé y en silencio prácticamente acepté que me siguiera a la tienda
— ¿Escuchaste el ensayo de hoy?
— Dirás el escándalo de hoy, no tenías que saberlo pero tengo un ensayo que entregar y con todo ese ruido — resoplé — no se puede hacer nada — continué apenada y más serena — y...¿qué era lo que hacías?
— Ensayando, la guitarra y la batería a veces pueden ser muy ruidosas. No puedo prometerte que no volverá a suceder, pero si necesitás silencio solo me gritas por la ventana para que paremos
— Pues que amable de tu parte — respondí con cierto tono irónico
— No quisiera molestar, pero los ensayos son así, jamás creí que a alguien le incomodaría tanto el ruido pero ahora ya lo sé y me disculpo por eso —giró su mirada con ojos serios, aquellos mismos ojos que me habían estremecido tanto
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Cuando pase el invierno
RomansaSeptiembre de 1986 Claudia Villarreal es una brillante y algo obsesiva estudiante de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Su vida comienza a cambiar cuando empiezan ruidos frente a su departamento: Soda Stereo, la banda del momento, había esc...