Capítulo V: ¿Quien sos, Gustavo Cerati?

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Regresé frustrada de la universidad, si Amelia me hubiera visto hubiera dicho que era un burro rebusnando, pero mi cabeza estaba a punto de estallar, tenía todo encima y para colmo, lo más patético del caso era que debía esperar dos semanas para saber los resultados de los condenados exámenes. Si solo pudiera volver el tiempo, cuantas cosas no arreglaría, cosas que haría, cosas que evitaría y cosas que volvería a hacer. Estaba a menos de cinco metros de la puerta de mi edificio cuando por inercia giro la mirada hacia al frente como siempre lo hacía y veo a alguien fumando en frente, recostado en la escalinata del edificio, no cabía duda era Cerati.

Por la Santa Misericordia, ¿por qué debía cruzármelo de nuevo?, yo si que tengo una suerte del infierno, ¿acaso ese tipo no tenía algo mejor que hacer que estar fumando ese cigarrillo y esparciendo ese sopor a nicotina?. Al menos, esperaba pasar desapercibida y entrar a mi edifico sin más sorpresas, deseando que no tenga la raza de interceptarme de nuevo como ayer, fui caminando confiada y le quité la mirada cuando escuché su voz decir:

— ¡Hola Clau! ¿Qué tal, eh? ¿Cómo estuvo la universidad?

—¿Ah? — me giré desconcertada y con algo de desdén en la mirada

Mientras yo estallaba por dentro y si hubiera tenido telekinesis como Carrie lo mandaba mucho más lejos que la Patagonia, el se acercaba y en unos segundos ya estaba frente a mi.

—Ah, así que sos vos.

—Si — respondió juguetón — ¿como andás?

— Super bien, Gustavo, de hecho mucho mejor ahora que me interrumpís cuando estoy cansada e iba directo a mi departamento a tirarme a dormir

—Oh, pues avisáme si querés que te interrumpa a menudo

—¿Vos no entendés el sarcasmo, cierto?

—Lo entiendo, solo quería saber como te ha ido — la expresión de su rostro en un comienzo confiada se había retraído

—No te importá, boludo, de verdad, no tenés por qué molestarme

—Disculpá, Clau, en serio no creí que había nada de malo en preguntarte como vas

— Después de la tortura de haber hablado ayer con vos, ¿creés que me quedó ganas de seguir hablando con vos hoy?

—¿Tan aburrido fui ayer? — rió divertido

—Mirá, no quiero discutir con vos, no ha sido el mejor día, si eso es lo que querías saber

—Vaya, Clau, era tan fácil solo decir eso

—Supongo que tenés razón — resoplé hastiada y con resignación —no tenés porque pagar mi humor por mi mal día

—Esta bien, yo me lo busqué por boludo, pero si no te molesta, contame que pasó

—¿De verdad querés saber? — lo miré con incredulidad

—¿Por qué no, Clau? — sonrió con suavidad

—Pues preparate para algo largo y aburrido. Primero tuve un examen de inglés, y la tipa es una idiota, perdoname todo lo que voy a decir ¿si?

— Me gustá la gente que habla con sinceridad, no hay nada como una buena crítica

—No creo que conozcas a alguien tan ácido como yo, pero en fin, continúo. La profesora de inglés, la "señorita Miller"— hice mis dedos como comillas — si se le puede llamar señorita a esa odiosa bruja anti-libros, me puso un examen diferente porque dice yo se demasiado inglés y que no presto atención a su clase. Dice que me la paso leyendo novelas policiales de Agatha Chirstie

Cuando pase el inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora