Loyalty

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Érase una vez, en una aldea pobre y oprimida por un tiránico reino, nacieron dos pequeños. Ambos en distintas fechas, uno era tres años mayor que el otro. Los dos niños no tenían ningún vínculo consanguíneo, pero desde temprana edad se exponían a aventuras imaginarias que simulaban un peligro en su realidad.

Sus días no eran monótonos, siempre tenían una aventura distinta, ya fuese explorar el bosque cerca de la aldea o derrotar a la criatura del río, sobrevivir la noche a las orillas de la capital escapados de sus padres e incluso lanzarles piropos a alguna que otra chica extranjera en su paso por la aldea.

El mayor sentía algo raro por el menor, no era atracción amorosa o algún sentimiento de opresión, ni tampoco era que se sintiera opacado, más bien, sentía una esclavitud voluntaria hacia el menor, cosa que él ni siquiera se imaginaba. El veía al pequeño como su amo, le veía como un objeto de un inconmensurable valor que debía ser protegido y preservado por la eternidad hasta el fin del tiempo, y el sentía que esa era su labor.

Una vez, estaban escalando árboles ambos cuando nos, saltando de un árbol a otro y recolectando frutas a su paso, cuando por un movimiento en falso, el niño pequeño calló de un árbol alto y se golpeó su cabeza.

El mayor se paralizó unos segundos y luego reaccionó por instinto. Todos sus músculos se movieron y el vello se su piel se erizó. Cómo poseído bajó del árbol, agarró en brazos al pequeño y corrió más rápido de lo que había corrido nunca. Una vez en la aldea le dejó en su casa y se puso a hacer guardia en su puerta hasta tener noticias. Afortunadamente todo para el niño había salido bien y solo estaba inconsciente.

Al llegar a su casa, sus padres le regañaron mucho por su estado cuando volvió. Su ropa estaba rasgada y el tenía arañazos y espinas en su cuerpo. No se había percatado, su sangre hervía en el momento anterior y había salido disparado sin reparar en los daños que el pudiese obtener, lo entregaba todo.

Pasaron los años, los pequeños se hicieron más afines y crecieron como jóvenes bien dotados de musculosos cuerpos y bellos rostros, habían crecido con valores y responsabilidades por lo cual eran un buen modelo de hombres, ambos respetables y dispuestos a defenderse entre si como leones furiosos y hambrientos.

Un día, los jóvenes se dedicaban a cazar en un claro del bosque cercano del río y divisaron a una jovencita muy bella tomando un baño dentro de este. Ambos quedaron maravillados. Eran la chica más bella que habían visto hasta ahora, y como jóvenes pues... La espiaron. 😅 Era de esperarse debido a la época.

La chica se dió cuenta y se armó un alboroto, ahí mencionó ser la princesa de ese reino y que estaba tomándose un descanso del palacio.

Gracias al carisma que constituía a los jóvenes lograron persuadirla y el problema no pasó a mayores, además esta se unió a los jovenes aldeanos y constituyeron el tipico grupo de amigos de dos chicos y una chica.

El menor le confesó lo que sentía por la chica al aldeano mayor y este sintiendo los mismos sentimientos y ya listo para declararse... Le dió vía libre al que consideraba su hermano, estaba dispuesto a sufrir por verle feliz, no podía explicarse por qué, pero sentía que aunque sus acciones eran de un estúpido por ceder todo lo que quería a su hermano, esto le hacía feliz.

El aldeano menor adiestró a la princesa en el arte de la caza y ella se convirtió en experta en poco tiempo, intercambiaban entre todos y había gran confianza, aunque el mayor con el tiempo fue quedando de lado.

Una vez, la princesa escapó del palacio molesta con su padre el Rey, el cual quería desposar a su hija con el hijo de un aristócrata de renombre que ella no conocía. La princesa rebelde y con sentimientos de amor desarrollados hacia el aldeano menor, huyó a su aldea y se refugió en su casa.

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