4. Terrenos pesados

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Mateo

Me tiré otra vez contra el sillón, cansado de tener que cargar otra vez con lo mismo. O bueno, otra vez sabiendo que Joaquín estaba intentando de hacerme entrar en razón con la batalla.

Pasaron varios días de esa competencia, es más, hoy era otro sábado, pero quedé tan encascado con la última vez que no quise ni aparecer a competir. Apenas había pisado a mi competencia de siempre, en Parque Patricios, pero no me lucí como lo hacía siempre. Había algo que me estaba quemando la cabeza.

Agarré mi celular para volver a abrir Instagram, todo con el propósito de stalkear a aquella morocha y sacar mis propias conclusiones. No me sabía el usuario de ese injunable que se me anda haciendo el malo en todas las batallas, pero como estaba tan alzado con la mina, no me tocó otra que encontrarlo por sus comentarios.

Entré al perfil de Parker y me saqué el porro de la boca para concentrarme un poco más.

—Gordo trabuca, te estoy hablando— se quejó Joaquín, sentándose en el apoyabrazos del sillón. Yo levanté mi mirada del aparato para mirarlo.—. Nos invitaron al Pabe...

—Nah, ni ganas— negué, sin dejarlo terminar de hablar.

—Va la flaqui.

Ahí lo volví a mirar.

—Sí, y también va el puto ese— reconocí con ironía, enfocándome en verle las publicaciones al rapero.

—¿Qué hacés, wachín?— interrogó al ver qué era lo que andaba hurgando en ese perfil. Aunque era más que obvio, hoy me había despertado con la idea de que la derrota de la batalla no fue casualidad. 

¿Desde cuándo me ganan dos raperitos con nombres de oso de peluche? Por favor.

—¿Cuánto te puede cobrar un juez para que lo hagas ganar?— pregunté, tratando de encontrar entre todos sus seguidos otra pista.

—¿Seguís con eso, boludo? Ya fue, pasó hace una semana— chistó, bajándose del apoyabrazos para ir a mi cocina.

Yo bufé, ninguno de mis amigos me ayudaba. Apenas lo hacía Valentín, cuando en realidad a él le chupaba un huevo ganar o perder. Yo soy todo lo contrario.

Le quiero romper el orto a todos, uno por uno y en fila. 

—Pero ¿vos no entendés que perdimos contra ese boludo? ¿No viste los rimones que nos tiramos, Quino?— insistí, sentándome mejor en el sillón. Mi amigo se estaba sirviendo un vaso de agua para bajar todo el helado que nos comimos recién.— Uno no modula, y el otro parece que tiene un sorete en la lengua, ¿cómo yo voy a perder contra eso?

—Bueno, amigo, pero hay fechas y fechas— remarcó, alzando los hombros.

En ese momento, Valentín apareció con una toalla envuelta en su cintura. Acababa de salir de bañarse bajo mi permiso, mi casa es como un centro público en donde se hace lo que se les cante. Me costó aceptarlo.

crew; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora