Capítulo 2

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«Ser mafioso no es un juego, es un privilegio»

Alessandro Bonardi.

Estoy en el aeropuerto esperando mi vuelo mientras leo el periódico, en un momento a otro pasa una mujer por mi asiento idéntica a la inspectora, me levanto apresuradamente y cuando estoy cerca la giro con fuerzas hacia mi mientras le susurro con acritud:

— Aquí estás cagna. — la mujer me mira sorprendida, algo que me avergüenza de inmediato.

— ¿Disculpa? — La señorita se baja los lentes y me doy cuenta que no era ella.

«Dios que me pasa».

lo siento, la confundí con otra persona.

Me vuelvo a sentar en los muebles de la sala de espera avergonzado. Fulga no disimula la risa, algo que me nerve, además de la vergüenza que acabo de pasar por actuar irracional, este imbecil termina por poner la cereza al pastel.

Le agarró por la camisa y lo acerco a mi rostro bastante enojado  — No hagas que te asesino aquí mismo, imbecil.

El levanta ambas manos, tratando de no seguir con la risita, lo suelto con rabia volviendo a agarrar el jodido periódico.

Mi respiración se vuelve irregular, y mientras trato de leer algo que me es imposible, Fulga vuelve a sonreír ahogando una risa gutural.

Le alzó la ceja mientras lo miro como un maldito psicópata y él me indica: — Tienes el periódico al revés.

Cuando me doy cuenta de mi falta de concentración noto que varias mujeres se burlan de mi, mientras que yo estoy que asesino a todo el mundo en este jodido aeropuerto, me levanto molesto. Arrugo el periódico y lo tiro en la caneca de basura.

Empiezan a llamar a los pasajeros y yo ya estoy abordando en primera clase para Alemania. La auxiliar de vuelo me ofrece una copa de champagne, copa que rechazo lo menos que quiero en estos momentos es llenar mi sistema de alcohol.

Para mí tranquilidad me coloco mis auriculares inalámbricos para escuchar mi música metal, es la única droga que tengo para calmar al animal que de vez en cuando quiere salir.

†********†

Llegamos a Alemania, con mi maleta en mano, y con la otra me coloco los lentes negros, mientras que Fulga llama un Uber.

Mirando al conductor por el retrovisor, el me observa varias veces, su mirada refleja miedo, y confusión, como si en mi rostro dijera “Soy un jodido mafioso y te voy a matar”. 

Que estupidez.

Cansado de la mirada de este idiota, le ofrezco para que trabaje para mí, es irónico lo sé, pero en estos momentos necesitamos un chófer, y este tipejo parece bastante responsable.

Cuando le propongo trabajar para mí su cara se transforma, fue como si le dieras una galleta a un niño.

— No se preocupe el pago será muy bueno.

— Si señor claro, anoté mi número celular — dice.

Le ordeno a Fulga anotar el número del sujeto que de inmediato menciona su nombre, nombre que no llegue a escuchar por estar revisando las bandeja de entrada de mis correos.

La Venganza (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora