Capítulo 18

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«Si no voy a ir con todas ¿Entonces para que voy»

Alessandro Bonardi.

En el muelle de la costa de la ciudad de Cagliari esperando a los peruanos para entregarle el dinero o eso creen ellos.

Me da la jodida rabia que se quieran pasar de listo, por otro lado los Torres estarán en Perú en la anochecer.

Mientras yo estoy esperando el hijo único de José Ayo, los colombianos están yendo por él, padre del imbecil de quién espero.

Ansioso por acabar con ese infeliz me enciendo un cigarrillo y a mi lado está Fulga jugando a Candy Crush y ya me tiene de mal humor esa ridícula musiquita.

Le lanzó una mirada aviesa y el de inmediato baja su celular y empieza a sopla sus manos por el frío que hace.

A una dirección prudente tengo a Steban como francotirador, en unos de los edificios que rodean el muelle. Solo una señal empezará la matanza más ocho hombres camuflajeado  bajo el puente.

Después de diez minutos esperando a Luis Enrique Ayo, llega en un yate de lujos, bajando con una estúpida sonrisa en su rostro feo.

Obligando a las comisuras de mis labios subirse mientras que me es difícil suavizar la mirada a quien ha traicionado a la Alianza.

— Manuel, Bienvenido.

Bienvenido a tu muerte maldito.

Nos estrechamos las manos mientras que con la otra le estoy entregándole la maleta con el dinero, dinero que obviamente es falso.

El sin revisar le entrega la maleta a unos de sus hombres mientras me invita a subir a su yate. Acepto la invitación y en eso Steban comunica con el auricular : — Blanco en la mira.

Sonrió sastifecho al tiempo que el me sirve un vaso de whisky diciendo — Que lástima que los coreanos hayan echo hundir la merca.

Maldito.

— Una pérdida bastante lamentable — respondo con mi rostro de poker, ya no puedo fingir agrado. Le acepto el vaso de Whisky mientras que con una mano me tocó la barba señal que necesita Steban para disparar.

— ¡Que arda Troya! — dice mientras le vuela los sesos al Ayo, la sangre salpica al otro extremo mientras su cuerpo cae arriba de una pequeña mesa redonda de cristal. Su cuerpo queda con pequeños espasmos hasta no moverse más

La caida de Luis Enrique es la iniciación de la muerte despiadada de los doce hombres peruanos restante que llegaron con él

Al salir mis hombres están enterrando los cuchillos en sus cuellos de aquellos idiota. Uno y otra vez, sin darles el chance de poder disparar, y otros son disparados con Fulga y Steban.

Salgo sastifecho, Sonriendo, disfrutando del momento mientras escucho como entran y salen las cuchillas. Como suenan sus cuerpos al caer. Un sonido en seco pero maravillosos.

La venganza siempre recorrerá por mis venas.

Subimos los cuerpos sin vida en el yate mientras manipulo el motor haciendo que este se vaya por si solo. Cuando notó que está apunto de desaparecer navegando en las profundas aguas del mar infinito, hago volar en pedacitos el lujoso yate con todos y sus jodidos hombres.

La Venganza (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora