CAPÍTULO 13

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El murió

Amelia

Nunca en mi vida había comido tanto. Llevo ya cuatro días en Italia y siento que lo único que he hecho desde hace dos día es comer, sé que mi estómago me lo agradece.

Mis días han sido comunes y corrientes, lo único que he hecho es comer y dormir, sentía algo de molestia ya que estaba cumpliendo una rutina a la cual no estaba para nada acostumbrada. Al menos en Los Ángeles iba a mis clases de Equitación o hacia galletas o también me bañaba en la piscina y a veces cuando mi papa estaba de buen humor me dejaba ir al centro a comer helados.

De paso que iba al instituto privado como tres veces a la semana. Nadie hablaba conmigo por que siempre tenia a los hombres de papa alrededor, con la única que hablaba era con Louisa.

A pesar de que no tengo una amistad así tan fuerte con ella, sabía que su cariño hacia mí era sincero, que me hablaba por que le nacía igual como el cariño que Jacob me da.

Debería de llamarla, pero es que no tengo celular.

También debería de llamar a papá, no puedo creer que ya ha pasado una semana desde que no lo veo.

Lo extraño demasiado.

Necesito un teléfono y lo necesito urgente, me paro de la cama salgo del cuarto y me dirijo hacia la oficina de Luiciano.

Toco la puerta pero nadie dice nada, tomo en abuso de abrirla y veo solamente a él tipo de tatuajes horripilantes y a un moreno que vi cuando fui al Círculo.

Esteban.

Los dos están sentados viendo yo no sé qué en unos papeles que tienen en las manos, sus miradas se encuentran con la mía y no se si fui importuna pero da igual ya estoy aquí

—Hola muchachos, ¿como están?— saludo amablemente y regalándoles un sonrisa.

—¿Muchachos? Creo que nosotros te duplicamos la edad pero bueno, eso me hace sentir joven.—me dice Esteban yo suelto una carcajada —Hola bella dama, tiempo sin saber de ti —me dice devolviéndome la sonrisa.

El hombre de tatuajes horripilante solo me regala un asentimiento de cabeza.

Él es así, me adentro al lugar y cierro la puerta.

—¿Que se te ofrece? Estamos a tus ordenes.—me dice Esteban dándome una reverencia como si fuese un princesa.

Me comienzo a reír, me da risa su actitud me cae demasiado bien.

—Bueno caballero necesito hacerle una petición que espero de todo corazón que se me sea concebida.—comienzo a jugar con el como si de verdad fuese una princesa.

—Dígame y veremos si procede o no, su majestad.

Comienzo a caminar con delicadeza a la silla grande de cuero que se encuentra detrás del escritorio.

Es la silla de Luiciano, él no está aquí y de paso nadie la está ocupando, es solo una silla no creo que se moleste si la comparte conmigo.

Tomo asiento en la gran silla, mis pies no tocan en piso.

Que enana soy padre santísimo.

Esteban me mira sorprendido y con gracia y el señor de tatuajes horripilantes solo me dedica su mirada seria e impoluta.

—Quiero que se me conceda el honor de un teléfono celular querido caballero. —le digo siguiendo mi papel —Lamentablemente mi dispositivo electrónico tuvo una catástrofe muerte el día que llegue a este palacio. —Pongo las manos en el escritorio de color caoba.
Viéndome toda poderosa, es divertido.

Mi luz en la Penumbra      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora