Capítulo 8

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Nuestros hijos.

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Taddeo

Evangeline desapareció antes de poder decir una sola palabra, se escabulló dentro de aquel pasillo con el niño en brazos, quién no dejaba de llorar desconsoladamente mientras se aferraba con fuerza de su cuello. Detrás suyo la siguió aquel hombre, el que la había llamado amor con tal libertad que me asqueó, lo vi cargar en brazos a una niña de la misma edad e irse. Estaba aturdido, no podía procesar lo que estaba corriendo a mi alrededor, un zumbido irritable me atravesaba el cráneo palpitando mi cien.

Esto no se trataba de otro ilusionado sueño, esto era realidad estrellándose contra mí. Evangeline estaba viva, luego de años tratando de no creer lo contrario, finalmente lo pude comprobar. Ella había regresado. Aunque en ese momento, un sabor amargo inundó mi paladar al voltear y encontrar a toda nuestra familia reunida, siendo cómplices de este secreto. La mirada de los presentes se volvió penosa, sabían que esto no me estaba haciendo feliz, y que ahora mismo me encontraba furioso con todo ellos.

—Hermano. — Benja hizo el amague de posar su mano en mi hombro, pero me aparte de su tacto de inmediato.

—No me toques. — me aleje de todos. ¿Cómo habían sido capaces de contribuir en esto? ¿Cómo pudieron guardar silencio si saben lo mucho que su ausencia me estaba doliendo? —Ustedes lo sabían, ¿no es así? — el silencio reinó sobre la sala, me descontrolo su cobardía —¡¿Lo sabían?!

—Sí. — se animó a contestar Richard, tomando la palabra por todos. Lo miré con frialdad y recelo —Recién ayer vino a verme.

Una risa seca escapó de mí. Ese había sido tiempo suficiente para que me contarán la verdad, horas de más para sentarse conmigo y darle fin a mi tormento. ¿Cuánto tiempo pensaban dejar pasar? Me siento una burla, mientras ellos se reencontraban con ella y aliviaban el dolor de haberla perdido, yo ahogaba su maldito recuerdo en un bar. ¿Y para qué? Ella regresó, y a la primera persona que busco no fue a mí. Luego de tanto, prefirió esconderse como si no fuese nadie tan importante.

—Sabíamos que esto te afectaría, por eso queríamos decírtelo en un ambiente tranquilo. — trato de explicarme Benjamín, pero no necesitaba sus excusas baratas, mucho menos sus disculpas atrasadas.

Sentía que en cualquier momento explotaría, mi cabeza estaba a punto de estallar. Primero lo de Roy, luego de Santiago, y ahora esto. No podía gestionar todo al mismo tiempo, su presencia aquí alborota mi sistema, pone mi mundo de cabeza. Y ni siquiera puedo sentirme feliz de verla, porque sospecho que su regresó no es todo lo que tiene para contarme.

—No quiero oírlos. — sisee con rabia —No quiero oír lo que tiene para decirme ninguno de ustedes.

—Entonces escúchame a mí. — Evangeline regresó, esta vez sin esos niños, pero aún acompañada por ese hombre que no se separa de ella.

Era como estar nuevamente frente a ese fantasma que me perseguía en su ausencia, un resplandor nítido que me quedaba de ella. Solo que la imagen que tengo frente a mí es más hermosa que ese recuerdo, más real. Lo que pone a temblar mi cuerpo, porque no puedo entender como luego de tres años puede regresar y lucir así, tan entera, tan fuerte, tan ella.

—¿Tú quieres hablar conmigo? — se detuvo frente a mí —¿Ahora qué has hablado con todos te sientes lista para enfrentarme?

—No planee esto, no era así cómo quería que fuese nuestro encuentro.

—¿No? Porque hasta donde entiendo no tenías mucha urgencia en verme.

—Sí la tenía.

—¡Entonces explícame porque soy el último en saber de ti! — explotó colérico.

Lazos InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora