Capítulo 72

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La verdad de la familia Meyer

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Evangeline

Algunos suelen tener temor a la muerte, hay otros que no lo perciben como una amenaza. Considero que aquello que los separa, es un factor determinado que no a todos nos puede afectar de igual manera. Cuando piensas en la muerte y en aquella oscuridad desconocida, es inevitable pensar en todo lo que perderás, lo que dejarás aquí al irte. Durante muchos años morir no me asustaba, no tenía nada que perder, no tenía nadie a quien aferrarme. Pero eso ha cambiado, y supe verlo cuando sentí la irrespirable necesidad de rasgar los últimos segundos de consciencia para mantenerme viva.

Era un dolor que nunca había experimentado, una agonía que supe reconocer y recordar de aquellos que vi morir durante toda mi existencia. En los ojos de James y los de mi madre también. La agonía de la muerte, es la tristeza inmensa que nos abruma al comprender todo lo que perderemos. Por eso, para muchos dejar este mundo no conlleva ningún peso, porque suelen creer que no tienen nada que aún los mantenga en este mundo. Yo lo tenía, no sabía qué razones podía tener Omar, pero parece que la muerte no ha querido llevarnos aún.

Estaba dispuesta a descubrir el porqué. Cuando me subieron al Jeep me dijeron que aún tenía pulso, durante todo el viaje solo esperaba no recibir la noticia de que su corazón ha dejado de latir. Al regresar a la casa donde nos hospedamos desde un principio, rápidamente me trasladaron a una habitación, había perdido demasiada sangre y apenas me sentía con fuerzas. Benja y Taddeo se hicieron cargo de mí, limpiaron la herida y la cauterizaron al cerrarla con fuego, lo que fue insoportablemente doloroso, pero necesario. Luego, cuando me aseguré de que ya no podía perder más sangre me dejaron sola para hacerse cargo de Omar.

El reloj marcó el amanecer haces unas hora, ya no podía seguir esperando más. Como pude me arrastré fuera de la cama. Un vendaje limpio me envuelve el abdomen, contiene no solo mi herida, sino también mis costillas rotas, las cuales aun no he tratado. Al intentar inclinarme al suelo para recoger mi camiseta, el dolor me castiga el cuerpo, por suerte Taddeo entra a la habitación a tiempo para recogerla por mí.

—Necesitas descansar.

Me coloque la camiseta blanca de tirantes.

—Estoy bien. Podré descansar luego. — él no respondió, pero no necesitaba hacerlo, sabía lo que estaba pensando. Aquello que divaga en su mente desde el momento en el que me vio irme con Omar —No iba a huir.

—Tú y yo acordamos otra cosa.

—Tú lo impusiste, y yo jamás lo iba a aceptar. — Taddeo me apartó la mirada. Me acerque a él y subí mis manos a su cuello, haciendo que me mire a los ojos —Salimos de esta casa juntos, o no lo hará ninguno. No habrá Grecia sin ti.

Una pequeña sonrisa brotó de sus labios, quebrantando así el miedo de su mirada.

—Somos un equipo.

—Lo somos. — besé sus labios.

No existía escenario en el que yo escapé sin él, no importa que tan fuerte sea la pelea, o que tan aterrador el peligro al que nos enfrentemos.

De regreso a la sala, el ambiente se percibía distinto, había en ella una rigidez silenciosa de parte de todos los presentes. Al oír mis pasos bajar la escalera sus miradas cayeron sobre mí, entonces la tensión se volvió mayor. Había hablado con Taddeo y Benja sobre los siguientes pasos que daremos, pero mantuve a los demás apartados para evitar que alguna pudiera intervenir.

Mi atención fue directa hacia Barbie, ordene que la amarraran a una silla por precaución, pero ella no mostraba intenciones de huir o intentar salvarse.

Lazos InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora