capítulo 63

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Cayendo al vacío

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Taddeo

Solemos creer que el tiempo lo cura todo, a veces el paso de los meses evapora el dolor y borra los recuerdos. Y otras veces, profundiza la caída y convierte nuestras vidas en un eterno sufrimiento. Las horas pasaban y nada parecía mitigar este tormento, no había ningún lugar donde pudiéramos hallar un atisbo de esperanza o de fortaleza. Nuestro retorno a Italia fue una emergencia, luego de que Evangeline encontrara a su madre, nosotros pudimos dar con Isabella. Ninguna resultó haber atravesado estos días en un buen estado, al igual que Alice, Bella estaba herida y muy perturbada. No quiso decirme una sola palabra sobre lo que sucedió, pero me alivio por dentro no haber encontrado a Mikhail merodeando cerca suyo.

En esta etapa no sabía si la felicidad o la seguridad que sentía eran genuinas o simplemente un espejismo pasajero que pronto se desvanecerá, dando paso a otra desgracia. No contábamos con motivos suficientes para sentirnos completamente bien. Aunque logramos recuperar a Bella, la pérdida de Alice afectó gravemente la estabilidad de Eva. Me vi en la necesidad de contactar al doctor Colombo, pero su intervención no ha logrado hacer mucho.

Dijo que no presentaba contusiones ni lesiones graves, únicamente algunas heridas superficiales, pero no hay motivo de alarma. Sin embargo, ha experimentado un impacto emocional considerable; este suceso parece haber reactivado algún trauma del pasado, lo que la tiene en un estado de bloqueo. Según su padre, no ha dicho una sola palabra en varias horas. Hemos intentado hacer que reaccione, pero solo se ha mantenido en silencio con la mirada perdida y ausente. Nunca antes la había visto así, cómo si se hubiese desvanecido dejando solo su cuerpo. No hay ningún brillo en sus ojos, ninguna reacción.

La familia se encontraba en un estado de nerviosismo, y yo no era la excepción. Sin embargo, no podíamos hacer mucho, hacerla regresar era prácticamente imposible. De acuerdo con la recomendación del médico, lo más adecuado es no presionarla. Por lo tanto, traté de mantener la calma, a pesar de que la situación lo hacía difícil. Después de dejar a todos en la sala, regresé al cuarto tras unas horas, con la esperanza de compartir una noticia que pudiera impactarla de alguna manera.

Abrí la puerta con cautela y allí estaba Eva, sentada en la cama. Su mirada, perdida en la distancia, no parecía captar lo que la rodeaba. Me acerqué a ella, y mis pasos ni siquiera provocaron un leve movimiento o una mirada de reojo. Apenas parpadeaba, su respiración era tranquila y serena, como si se tratara de una estatua sin emociones ni conciencia. Al sentarme frente a ella intenté encontrar las palabras adecuadas, pero se me atascaban en la garganta, mientras un miedo abrumador me invadía.

—¿Cómo te sientes? — ella no me responde. Me tomo un minuto para recomponerme y coloco mis manos sobre las suyas, al sentir el tacto de mi piel su mirada perezosa se desliza a su regazo y se ancla ahí —Mañana regresarán los niños. Están ansiosos de verte. — acaricio su piel —Kang dice que se han hecho muy amigos de sus hijos, a lo mejor quieran ir a visitarlos pronto.

Eva permaneció en silencio durante varios segundos, los cuales se sintieron como una eternidad. Finalmente, abrió sus labios agrietados y recuperó su voz.

—Albert. — susurró —¿Lo atraparon?

—Él está muerto.

La noticia parece serle nueva, aunque ella mismo vio su cuerpo sin vida. Humedece sus labios y se arma de valor para alzar su mirada hacia la mía.

—¿Dónde están Isabella y mi madre? Quiero verlas. — la pregunta forja una presión aún más dolorosa en mi pecho y una agitación inquietante. Eva arrugó su entrecejo al notar mi incomodidad —¿Ellas están bien?

Lazos InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora