capítulo 47

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El secreto de la familia Meyer

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Taddeo

Estambul, Turquía

Repaso una vez más la fotografía que Emi y Eros acaban de mandarme desde el celular de Evangeline, han adoptado la costumbre de usar su celular para comunicarse conmigo, especialmente cuando estoy fuera de casa y necesitan saber cuándo volveré. Eros controla bien el tiempo que estoy fuera. Su hermana, por otro lado, se vuelve algo ansiosa y exigente, rasgos que heredó de su madre.

Aunque me agrada saber que esperan con entusiasmo mi regreso, esto complica mi capacidad para concentrarme en el trabajo. En este momento, solo anhelo abordar el jet y regresar a Italia, pero debo permanecer aquí, sentado en la sala de una lujosa residencia, compartiendo mi valioso tiempo con un idiota al que no puedo eliminar. No tengo motivos para hacerlo, más allá de que me impide volver a mi hogar.

—¿Son tus niños? — pregunta Hamza Demir con una entonación amistosa, no impulsada por la confianza, sino por las líneas que se metido por la nariz —Yo tengo uno también. Es un poco más grande, cumplió diez la semana pasada, pero tiene el cerebro de un visionario. Ese chiquillo hará grandes cosas cuando tú y yo ya no estamos aquí.

—Si continúas inhalando eso, es probable que te vayas antes que yo.

Hamza se congela unos centímetros sobre la mesa, su cuerpo inclinado y preparado para ingerir otra línea más. Alza sus ojos castaños y sonríe.

—Hay que probar el producto, así sabremos qué tan ricos nos haremos. — desliza su nariz por el contorno de la mesa, provocando un ruido desagradable al consumirlo todo. Suspira con placer —Sabe a millones.

Estaba desechando el tiempo que podría estar disfrutando con mis hijos, para observar como el líder de la mafia turca hunde su nariz en ese polvo blanco. Todo tiene un costo en esta vida, hasta para las personas desbordadas de dinero.

—Cuando el cargamento esté listo una pequeña parte se quedará en el mercado local, la gran mayoría viajará hasta Irak para alcanzar los mercados en desarrollo de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. — reitero los pasos del plan, antes de que su cerebro frito los olvidé —Hablé con Rayan, él se ocupará de todo cuando lleguen a Bagdad. De ahí se exportarán por rutas aéreas.

—Rayan puede hacer lo que quiera con su mercancía. En cuanto tenga mi cargamento mi trabajo habrá concluido. — se incorpora del sofá con algo de torpeza, sus hombres buscan asistirlo, pero rechaza su ayuda al lograr mantenerse en pie. Lo analizo detenidamente cuando esboza una sonrisa risueña, y sus grandes ojos parecen estallar en emociones exaltadas y desorientadas —¿Por qué no intentas relajarte un poco? El negocio ha sido un éxito, estamos haciendo una asquerosa suma de dinero y somos intocables. ¡Hay que festejar!

Da dos aplausos y la puerta tras de mí se abre. La sala de su casa ya era un mierdero de drogas y alcohol, pero Hamza nunca parecía saciarse. La música del estéreo comienza a sonar y un grupo de seis mujeres entra en la habitación, semidesnudas y en un estado de euforia. No me se me mueve un pelo ante la situación, ellas bailan y se despojan de la poca ropa que llevan puesta, pero su oferta me resulta irrelevante. A diferencia de Hamza, quien disfruta de la fiesta como si estuviéramos de vacaciones.

—Vamos, hombre. Escoge la que te guste, yo no diré nada. — se ríe en conjunto con las dos mujeres que se refriegan contra él.

Afortunadamente, tengo una gran capacidad de paciencia. Respiro profundamente y me levanto de mi asiento. Una mujer de cabello oscuro intenta acercarse a mí, pero la aparto con firmeza y me dirijo directamente hacia Hamza. Él me recibe con una sonrisa, la que se congela cuando envuelvo mi mano alrededor de su cuello y lo empujo con fuerza de regreso al sofá. Las mujeres se alejan, asustadas al percibir la intensidad y rudeza de mi mirada.

Lazos InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora