Capítulo 74

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Familia D' angelo

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Benjamín

El destino siempre tiene sus propios planes, a veces puede llevarte a caminos con los que nunca planeaste encontrarte, ponerte en situaciones que meses atrás hubieses rechazado sin comprender la magnitud de su propósito. Siempre creí que las cosas tenían un porqué, lo que me llevo a esforzarme en comprender cada suceso de mi vida durante muchos años, aunque la comprensión nunca me sirvo para controlar lo que ocurría, me creaba la ilusión de que sí, porque para mí el entendimiento da poder.

Poder que quería utilizar para escapar cuando lo consideraba necesario. Y de alguna manera me sirvió, hasta que no encontré más salidas, hasta que la realidad se plantó ante mí con firmeza y comprenderla no me daba herramientas para controlarla, era como debía ser y no existía otra evasiva. No conocía más engaños que sonarán creíbles, durante semanas me inventé todos, y por mucho que parecían ser formidables, bastó el encontrarme con un par de ojos cargados de dulzura para que las mentiras terminarán y los caminos de huida se cerraran ante mí.

Era hora de afrontar la realidad, hora de hacerme cargo y dejar de intentar correr en dirección contraria.

Esa mañana, me encontraba en el automóvil, a la espera de la señal de Lewis. Una vez que me aseguró que todo estaba bien, salí del vehículo y me quité las gafas de sol antes de dirigirme a la propiedad. Al llegar a la entrada, me encontré con varios cuerpos sin vida; los esquivé y entré al vestíbulo, donde la masacre había salpicado las paredes con sangre y destrucción. Mi objetivo era la sala, donde Ansel Tunner me aguardaba sentado en una silla, atado y algo golpeado. Su apariencia reflejaba la ambición: lucía cadenas de oro alrededor del cuello, los primeros botones desabrochados dejando entrever un poco de vello en su pecho, vestía ropa de marca y tenía un estilo impecable. Todo ello adquirido gracias a las ganancias obtenidas por cada violación que permitió.

Su mirada oscura parecía la de un animal rabioso, su respiración era errática en ese entonces, parece un hombre que no sabe mantener el control. Al verme entrar se removió sobre su silla, desesperado por soltarse y golpearme.

—Maldito bastardo, pagarás por esto. — nunca nos habíamos visto las caras, pero suponía que sabía de mí —¿Dónde las tienes? Seguro esa perra corrió hacia ti para pedirte ayuda, ¿cierto? — no respondo —¡¿Dónde tienes a mi mujer e hija?! ¡Responde!

Saque el arma de mi cintura y le apunte.

—Están en un mejor lugar, sin ti. Ya no volverás a hacerles daño. — tiré del gatillo. De nada servía regalarle un minuto más de vida, el tiempo que estuvo en este mundo causo demasiado daño, era momento de detenerlo.

A pesar de que llegué demasiado tarde, lo que hizo jamás podrá ser reparado y eso es lo que más me pesa. Pero hice una promesa, de la cual no quise hacerme cargo al principio, hasta que comprendí que debía dejar de ser un cobarde. Esto ya no se trataba de mí, o de mis inseguridades y miedos, sino de algo más especial e importante.

Ahora mi vida se había atravesado por una más quitándome autonomía y poder sobre mí mismo. Como si ya nada fuese mío, ahora le pertenece a otra persona, y no me molestaba. Extrañamente me hallaba conforme con ello, estaba tan entregado a que así sea, que me doblegaría con facilidad a cualquier condición que impusiera.

Con la muerte de Ansel tachada de mi lista de pendientes, regresé al auto para retomar mi camino a la casa de mi madre. Habían sido muchas horas lejos, no creí que fuera afectarme la distancia, pero me sentía ansioso de volver lo antes posible. Cuando llamé a la puerta y mi madre me recibió, toda la tensión que previamente me acompañaba se desvaneció, solo fue necesario el contacto de sus ojos en mí y borró aquel gesto cansado, por una extensa sonrisa.

Lazos InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora