Capítulo 11

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Besos prohibidos
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Evangeline

Con Taddeo nos hemos acoplado a un cronograma semanal para así dividirnos el tiempo de calidad con los niños. Algo a lo que sinceramente nunca creí que llegaríamos, pero las circunstancias no permiten demasiado. Por la mañana ellos están conmigo, es mi tiempo libre, en la tarde vienen a su casa mientras estoy trabajando en la florería, luego a la noche los lleva de regreso a casa de mis padres antes de la cena. He buscado limitar nuestra relación, ya que las cosas entre ambos han estado tensas y no quiero continuar dándole oportunidades para que interfiera en mi relación con Sebastián.

En cuanto él, ha conseguido empleo en un restaurante. Se ha adaptado a un oficio muy distinto al que ejercía, y sé el empeño que se requiere el abandonar años de estudio y esfuerzo, todo para terminar en otro país juntando propinas. Ambos nos estamos instalando, para en un futuro no muy lejano poder rentar algo propio y comenzar una vida nueva. A lo mejor pueda retomar mis clases de baile, las metas que tal vez hubiese alcanzado si nunca hubiera caído en las manos de Omar. Ahora que estoy con mi familia parece ser posible.

Pero aún existía algo que me retenía e impedía soltarme por completo de esa vida peligrosa y traicionera.

Los niños se encontraban felices de volver a casa de su padre, mientras que yo debía comportarme como una adulta y no dejar que nuestros conflictos afecten la felicidad de nuestros hijos. Al llamar al timbre nos recibe una mujer de unos cuarenta años, cabello castaño y muy corto. Veo que trae puesto un delantal de cocina. Cuando me ve, una bonita y amplia sonrisa de dibuja en sus delgados labios.

—Señorita Michelle, bienvenida. — se abre paso, dejándome entrar con los dos pequeños —El señor D'angelo los espera.

—Gracias...— hago una pausa esperando que me revele su nombre, de las pocas veces que la vi nunca me lo dijo.

—Greta. —completa por mí.

—Greta. — repito a gusto —Dime Evangeline, es menos formal.

—Como guste. Iré a avisarle al Señor D'angelo que están aquí, pueden pasar a la sala. — limpia sus manos sobre el delantal y deja que avancemos —¿Puedo ofrecerle algo de beber o comer?

—No, estoy bien así. Muchas gracias, Greta.

Ella vuelve a asentir con respeto antes de irse. Estaba nerviosa de estar aquí, no solo había venido para dejar a los niños con Taddeo, sino también para hacerle entrega de un pequeño obsequio que he guardado todos estos años, una caja color azul que contiene cosas muy valiosas para mí. Espero que también lo sean para él.

Mis hijos se alejan de mí para correr entusiasmados hacía la sala y con curiosidad los sigo. Ambos se detienen en uno de los exorbitantes ventanales y hacen que me acerquen para señalarme al perro que se pasea con tranquilidad afuera. Ya lo había visto en otra ocasión, sin embargo, los niños parecen conocerlo mejor que yo. Lo cual me preocupa porque se ve como un perro poco amigable.

—Tiene aspecto de malo, pero en el fondo es bueno. — me sorprende la voz de Bella al entrar a la sala —Se parece mucho a su dueño.

Capto la indirecta y sonrío, para luego saludarla con un abrazo. Aun me adaptado a esta nueva Isabella, la adolescente sociable y amante de platicar. Aunque no ha cambiado su esencia, me alegra ver que ha mejorado en ciertos aspectos.

—¿Cómo has estado?

—Teniendo en cuenta que convivo con señor enojón, bastante bien. — eso me causa gracia. Baja la mirada a los dos pequeños y se coloca a su altura para abrazarlos —¿Cómo están los sobrinos más hermosos del mundo?

Lazos InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora