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— Esto... —Miraba y algo en su pecho parecía moverse — donde...
— Madre, todo está vacío, no hay rastro de vida humana — miró al soldado — aunque...
— ¿Qué?
Y nuevamente sus ojos se abrieron a más no poder, y esa angustia que siempre traía consigo querer desbordar sin control de sus ojos.
Caminó sintiendo la tierra bajo sus pies, ya que estaba descalzo y aquella dulce briza acariciar su rostro, con sus dedos tocó las hojas, mirándolas como un niño que ve una juguetería por primera vez.
— ¿Qué es este lugar?
— No lo sé — susurró el soldado mirando también los hermosos árboles dentro de aquel invernadero — son muy cómodos de mirar.
Detuvo sus pasos, cuando se vio frente a aquel pequeño árbol, mismo que tenía unos cuantos brotes de flor, se acercó lento y los tocó, trayendo a su mente aquel día en que conoció los cerezos, aquel cerezo, sonrió.
— ¿Madre, qué haremos?
Cerró los ojos y las voces gritaron destrucción, pero ahí en el fondo estaba aquel susurro que le pedía salvar aquel lugar.
— Madre, está...
— Busquen a los humanos, después veré qué hago con este lugar, por ahora la prioridad son los humanos — su tono neutro y autoritario, contrastaba con su sonrisa y semblante.
— Si madre — sin decir más salieron dejando al fin al rosado solo, mismo que miro el sitio, había recuerdos en su mente, mismos que llegaban como chispazos, mostrándole una sonrisa gentil, camino por aquellos pasillos, siguiendo su instinto, viéndose de frente en aquella puerta, misma que abrió sin problema, mostrándole la que fue su habitación los primeros días en la guarida.
— Jin — susurró, mirando aquella pared llena de recortes y fotos de aquellos árboles que él quería encontrar, que el viejo Jimin quería salvar.
Y ahí estaba, esa pena y ese dolor que parecía comerlo, el sentir de extrañar a alguien sin saber a quién.
Salió de su ex celda y caminó sin rumbo, notó los espacios amplios, donde había aún cosas tiradas, ropas, juguetes, pasó por el comedor, donde nuevamente algo tiró su corazón, aunque todo pareció explotar cuando se vio de lleno en aquel lugar, que olía a felicidad.
La habitación de Suga.
Miró la cama y flashes colmaron su mente, viéndose a sí mismo disfrutando de un beso, el primero que le dio a Yoongi, así como aquellas noches donde estuvo entre sus brazos.
—Yoonie — sollozo, pero tan rápido como aparecen en su mente, los antiguos cubrían sus memorias, haciéndolo ver solo como fantasías o simples sueños, exigiendo la destrucción.
Revisaron hasta el último rincón, encontrando solo lo que los humanos habían dejado atrás, pero ellos en sí ya no estaban.
— Todo parece indicar que se movieron, no hace mucho, madre.
— Oh, se extinguieron.
— Ya veo — mirando el pasillo del invernadero — destruyan todo, que nada quede vivo — sin emoción.
— ¡Cómo, órdenes, madre! — subió a su nave y sin mirar a atrás, se alejó, mientras sus hijos, esparcieron fuego a todo el lugar, mismo que en segundo ardió en llamas, destruyendo así, lo que fue la guarida humana.

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.My New Home.
Fantasía* * Una flor fue la causante de su curiosidad, esa que lo llevo a proteger aquello que le habían ordenado destruir, la humanidad, podrán ahora aquellos que fueron tocados por el amor del peli rosado, traerlo de regreso, traer al gentil y dulce tecno...