Reencuentro

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Con el paso de los meses, Victoria empezó a notar cambios en el comportamiento de NamJoon. A veces distante, otra veces agresivo, y otras veces simplemente callado.

Las cosas se fueron deteriorando, y ella empezó a distanciarse. Su embarazo era difícil, y se sentía sola. Y esa soledad empezaba a afectarla, tanto mental como físicamente.

Victoria se acercó a Nam y le dijo: -Saldré un rato, ya me aburrí.-

Él asintió, y no dijo nada. Sintió que estaba molesta, y no quiso empeorar la situación. Así que se limitó a mirarla, y esperó a que ella saliera.

Victoria le pidió a una de las sirvientas que le preparara el vestido azul marino, que había comprado hacía tres meses. La sirvienta asintió, y comenzó a vestirla.

-Si mi esposo o mi hija preguntan por mí, dile que fui al cementerio.- Dijo, tratando de mantener un tono neutro. -Si mis hermanos o mi madre preguntan por mí, dígales que fui a pasear por el pueblo.-

-¿Gusta que mande un carruaje para que la lleve?.- Preguntó la sirvienta, intentando ser lo más atenta posible.

-Sí, por favor. Uno pequeño, para que pase desapercibido.-

-Así lo haré, señora. Y estaré atenta a cuando regrese.- Respondió la sirvienta, acompañándola a la puerta.

Victoria salió de la casa, y el carruaje ya estaba esperándola en la entrada. El cochero la ayudó a subir, y empezaron a recorrer el pueblo. Victoria se acomodó en el asiento, y contempló el paisaje que la rodeaba.

Cuando el carruaje llegó al destino, Victoria bajó y le dijo al cochero: -Te agradezco. Me esperas en la misma puerta dentro de dos horas, ¿está bien?.-

El hombre asintió con la cabeza, y Victoria se dirigió hacia la entrada del cementerio. Se quedó un momento a observar la puerta, y cuando se sintió lista, entró lentamente.

Mientras caminaba, vio a una mujer que vendía flores. Era una de esas flores que se solían colocar en los sepulcros, y tenían buen aspecto.

-¿Qué tamaño desea?.- Le preguntó la mujer.

-Grandes, por favor.- Respondió, y le dio unas monedas. Siguió con su recorrido hasta llegar a la última cripta, la que estaba hasta el fondo.

-Buenos días, suegra.- Dijo Victoria en voz baja. -Vengo a arreglar un poco esta casita.-

La cripta era bien cuidada, y tenía un aspecto tranquilo y acogedor. Sacó las flores, y comenzó a arreglar el lugar. Colocó las flores, y limpió el suelo.

Comenzó a rezar un "Ave María", pero no le salía de la manera que solía hacerlo. Se sentía rara, ya que no había rezado ni sentido la presencia de Dios desde hacía mucho tiempo.

-Perdóneme por no poder rezar como antes.- Dijo Victoria a la cripta. -Lamento haber olvidado eso.-

Mientras pensaba en lo sucedido, tocó el collar que Yoongi le había regalado hacía años. Le traía buenos recuerdos, y no dejaba de preguntarse si en el cementerio habría una capilla o una iglesia.

A medida que caminaba, notó una pequeña iglesia en el lado sur. Entró sin pensarlo mucho, y se sentó en una de las filas de asientos, algo confundida y sin saber qué hacer.

Al mirar hacia el frente, vio que había muchas velas apagadas. Como si quisiera distraerse, empezó a prender una tras otra. Después de prender las últimas velas, se arrodilló y levantó las manos en oración.

-Dios mío, he sido fiel a ti, pero no sé si me has escuchado. ¿Puedes darme una señal para saber que estás aquí?.- Dijo, en voz baja y llena de emoción.

Las Tres LunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora