Capítulo 11

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Cuando Emma despertó, lo primero que percibió fue la blancura de las sábanas, e instantes después, sus ojos se fijaron en la espalda de piel dorada que tenía frente a ella. No pudo evitar que a sus labios aflorara una sonrisa tonta mientras recordaba la noche anterior. Se incorporó en la cama apoyando un brazo y tapándose el pecho con la sábana.

Se inclinó hacia James hasta verle la cara y vio que él dormía como un bebé, con los labios parcialmente abiertos. Su sonrisa se amplió, aunque instantes después desapareció, diluida por una sensación de nostalgia. ¡Y eso que aún no había salido de su cama!
Suspirando, se giró y se puso en pie.

Comenzó a buscar su ropa por la habitación, pero cada prenda estaba en un extremo opuesto de la sala y su ir y venir consiguió despertar a James.

—Ey, buenos días —le sonrió. Emma lo miró sintiendo una punzada en el pecho. ¡Estaba tan guapo de buena mañana, con aquellos ojillos adormilados!

—Buenos días.
Él se fijó en que ella ya se había puesto la ropa interior y se estaba terminando de subir los pantalones. Miró hacia uno y otro lado antes de volver a posar sus ojos en ella.

—No me digas que ibas a largarte sin despedirse.
La joven asomó la cabeza por la camisa que se estaba poniendo y lo miró. Con una tímida sonrisa, le dijo:

—Quizá. Todavía lo estaba decidiendo.

—No me hubiera gustado despertarme y no encontrarte —confesó James.

Emma se sentó en la silla que había junto al escritorio y comenzó a ponerse los calcetines y las deportivas. Sin mirarlo a la cara, habló:

—Nunca he hecho esto y no sé qué es lo normal.

—¿Esto? —interrogó James.

—Sexo con desconocidos.

—No soy un desconocido. Su tono algo molesto hizo que Emma se atreviera a mirarlo.

—No quería decir eso. Me refería a… ya sabes, estar con alguien que no es mi novio. No es algo normal para mí.

Aquello dejaba implícito que para él sí era algo normal y una parte de Emma deseó que él negara aquella faceta suya, pero James no la contradijo.

—Pero tú y yo somos amigos, ¿no? —replicó James—. No se deja a un amigo plantado después de una noche como esta.

Una sonrisa sesgada apareció en la boca de Emma y, sintiendo que sus mejillas enrojecían, preguntó:

—¿Te gustó?

—¿Hace falta que responda a eso?

—No, supongo que no —negó ella, radiante, acordándose de que con lo que le había dicho James de que aquello solo podía ocurrir una vez, no se refería a que no pudiera ocurrir varias veces en una misma noche.

—¿Qué te parece si bajamos a desayunar?

—Estaría bien. Me muero de hambre.
James se vistió rápidamente y juntos se encaminaron hacia el restaurante del hotel, donde les esperaba un buffet con todo tipo de desayunos internacionales.

—¿Necesitas café? ¿Es que no has dormido bien esta noche? —le pinchó un sonriente James.

—De hecho, he descansado maravillosamente bien. Estoy descansada, tengo la mente despejada, no me duele nada del cuerpo salvo… bueno, ya sabes.

—¿Demasiado hombre para ti? —bromeó el actor, aunque sintió una oleada de deseo en su entrepierna al recordar lo estrella que le había resultado ella y todas las sensaciones que aquello le había provocado.

—Demasiado tiempo en barbecho, me temo.
James no supo qué contestar ante aquello. Esa información, saber que ella llevaba tiempo sin estar con nadie, le había gustado. Probablemente más de lo que debería.

De hecho, sintió como una patada en los riñones las siguientes palabras de Emma. Y es que ella, algo avergonzada porque se había dado cuenta nada más pronunciar aquella frase de que parecía que tenía escasez de pretendientes, añadió un
«ya sabes, con esto de los exámenes y con lo de Sue llevo unas semanas muy liada».
Procuró que ella no viera su expresión seria a la vez que se reñía mentalmente:
«a ti no te importa si estuvo con un tío ayer, hace dos semanas, un mes, un año o nunca».

El desayuno pasó rápidamente en una conversación distendida en la que no hablaron de nada importante. Ambos sabían que la despedida llegaba después del último bocado y aquello les instaba a no hablar de nada personal, aunque no pudieron evitar lanzarse algunas pullas, al más puro estilo de su relación desde que se encontraran y discutieran en el restaurante.

—Me ha encantado conocerte, James. —Emma le dedicó una espléndida sonrisa en el hall del hotel, donde sus caminos se separarían para siempre —. Espero que tu carrera sea todo un éxito y pueda ir muchas veces al cine para verte.

—Y yo espero que consigas ese trabajo que tanto te mereces y que te vaya muy bien. Para mí también ha sido un placer conocerte.
Se fundieron en un abrazo de despedida y Emma, tras sonreírle una última vez, salió por las puertas giratorias del hotel. Había un taxi esperándola y antes de montarse, se giró para ver si James seguía allí.
Y sí, lo estaba, pero ya le había dado la espalda, hablando con alguien a quien no pudo reconocer.

Luces, camara ¡corazon!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora