Capítulo 12 (Parte 2)

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-Sí, ya le he dicho que sí. ¿Esto tiene que ver con Sue Johnson? Porque ya no trabajo para ella.

-Mmmm -la chica pareció dudar-. Me temo que no me está permitido hablar sobre ese tema, lo siento.

-Pero a ver, explíqueme, ¿para qué me llama?

-Como le he dicho, para concertar una entrevista con usted -la voz nunca perdía su tono alegre y educado. Si no fuera porque contestaba perfectamente a sus preguntas, Emma habría pensado que era una máquina, y no precisamente una máquina muy lista.

-¿Pero una cita para qué?

-Para el papel de Emily.

-¿Cómo que el papel de Emily? -la joven casi se atraganta-. ¿De qué me está hablando?

-¿Seguro que hablo con Emma Miller?

-Sí, sí.

-Bien, pues tengo instrucciones de concertar una cita con usted para que trate con nuestros productores su posible contratación como Emily en la película de...
Emma no la dejó terminar; acababa de entrar en pánico.

-No, lo siento. Debe haber habido algún error. Soy Emma Miller, pero yo no soy actriz ni nada. Ha debido equivocarse.

-¿Está usted segura?

-Segurísima.

-Vaya, pues lo siento. Comprobaré de nuevo la información que me han dado. Disculpe las molestias.

-No es nada.
Emma colgó el teléfono y se lo quedó mirando como si fuera un objeto alienígena.
Era demasiada casualidad que la llamaran, precisamente a ella, para la película que había rodado Sue, por lo que obviamente no era un error, pero alguien debía estar muy borracho si pensaba que iba a renunciar a su puesto en la farmaceútica para volver a hacer de Sue Johnson. Vale que su trabajo no era tan maravilloso como se lo había imaginado. El tema del acoso de Martin, aunque estaba calmado, podía renacer en cualquier momento, pero le quedaban tan solo unos meses para que acabara su contrato y seguro que cuando se lo renovaran volvería a cambiar de equipo. Solo tenía que aguantar unos meses y cambiaría de puesto. Tendría nuevos retos por delante, nuevos desafíos relacionados con la química que tanto la apasionaba.
Nunca volvería a ser Sue Johnson. Nunca.

Esa tarde, su teléfono volvió a sonar. De nuevo era un número desconocido y Emma lo silenció sin intención de contestar. Al día siguiente, otros números que no identificó la llamaron al menos diez veces, pero Emma no respondió. No le interesaba lo que tuvieran que decirle.
Viernes se encontraba comiendo en el restaurante de siempre, que ofrecía descuentos a los trabajadores de su empresa, cuando Martin se sentó frente a ella. Emma inmediatamente se tensó.

-¿Qué tal estás, Emma?

-Bien, gracias, Martin -lo miró, con sus cubiertos suspendidos sobre el plato, y al ver que él la miraba pero no decía nada, preguntó-: ¿Querías algo?

-Sí, he estado revisando el informe que me mandaste y creo que deberíamos revisarlo juntos.

-¿Has encontrado algún error? -preguntó Emma. No le gustaba cometer errores.

-Luego pásate por mi despacho y...

-¡Emma!
Al oír aquella voz que rebosaba masculinidad y que pronunciaba su nombre, a la joven se le cayeron los cubiertos sobre la mesa. Se giró hacia la derecha y se encontró a James, con unos vaqueros, una camiseta oscura y una gabardina negra. Él la miraba desde su casi metro noventa de altura con aquella mirada penetrante tan suya.

-¿Qué haces aquí? -fue lo primero que le salió de la boca. Ni un «¡James!» ni un «¡oh, Dios mío!». No, solo un sorprendido «¿qué haces aquí?» que no hacía justicia a los saltos que su corazón estaba dando en ese momento.

-He venido a verte.--. La sorpresa hizo que durante varios segundos Emma no se moviera y Martin malinterpretó su mutismo.

-¿Te está molestando, Emma? -preguntó, machito él.

-No, no.

-Porque si te está molestando...

-He dicho que no -le replicó secamente.

Precisamente que él, un acosador de empleadas, le preguntara si James la estaba molestando la ponía furiosa.
Se levantó y recogió su chaqueta y su bolso, dejando el plato sin acabar.

-Nos vemos luego en la oficina, Martin. Vamos, James.

El actor siguió a Emma hasta la salida del restaurante, aunque a medio camino se giró para mirar por encima del hombro al hombre que dejaban atrás, que no parecía especialmente contento.
En cuanto salieron a la calle, Emma se giró hacia James y tras mirarlo durante unos segundos, lo abrazó.

-¡Hola, James! ¿Qué haces aquí?

-Esta si es la bienvenida que me esperaba -replicó él, estrechándola entre sus brazos.

-Sí, lo siento. Me ha sorprendido tanto verte que... ¡Todavía no me creo que estés aquí! ¿Qué te trae por Atlanta?

-Tú.
Se sostuvieron la mirada durante varios segundos. Emma enarcó una ceja.

-¿Cómo que yo?

-Vamos, caminemos un rato, ¿te parece?

Comenzaron a andar por la calle,
hombro con hombro. Ella lo miraba por el rabillo del ojo con una sonrisita asomándole a la boca, aunque también estaba algo preocupada, pues sabía que aquella visita probablemente estuviera relacionada con las llamadas que había recibido de la productora.

-¿Qué tal te va todo? -le preguntó James.

Emma le resumió en unas pocas frases su nueva vida en Atlanta y su nuevo trabajo, omitiendo, obviamente, todo lo malo. No era de esas personas que aprovechaban un «¿qué tal?» para contar todas sus penurias.

-Pero no hablemos de mi aburrida vida en una empresa de fármacos - dijo-. ¡Hablemos de la estrella de cine! ¿Qué tal te va todo?

-Pues ahí vamos. No me puedo quejar.

-¿No te puedes quejar? ¡Venga hombre! Sé más específico.

-¿Para que puedas vender los secretos a la prensa? Sí, hombre. Se rieron juntos ante aquello.

-Vi la película -dijo Emma al fin-. Definitivamente eres el O'Connor perfecto.

-¿Eso crees?

-Sí, sin duda.

-¿Y la película en su conjunto qué te pareció?

-No está mal -Emma se encogió de hombros.

Luces, camara ¡corazon!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora