Capítulo 12 (Parte 1)

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Emma aprobó sus exámenes de último año con unas notas extraordinarias y consiguió una plaza de prácticas en la empresa que deseaba, por lo que tuvo que mudarse a Atlanta.
La empresa era una compañía farmacéutica con presencia internacional que ofrecía interesantes becas de formación y un gran número de posibilidades de trabajo para una química como ella. Pasó los tres meses de verano trabajando en prácticas y después le ofrecieron un contrato de medio año, con posibilidad de renovación si gustaba su trabajo.

Al completar ese periodo de prueba le renovaron el contrato, de nuevo durante seis meses, a la vez que la cambiaban de jefe, posicionándola en un equipo con más responsabilidad. Aquel nuevo desafío la entusiasmó y la animó a seguir esforzándose, pues sabía que con tiempo y dedicación podía seguir trepando y trepando en los engranajes de aquella empresa. Y ella era buena. Muy buena.

Un día, al salir del trabajo para comer, vio que tenía varias llamadas perdidas de su hermana Anna y decidió devolverle la llamada tras calcular la hora que sería en Los Ángeles y saber que Anna no estaría ocupada en aquel momento.

—¿Qué quieres? —le dijo su hermana nada más descolgar. Siempre tan simpática.
—¿Me has llamado?
—¡Ah, sí! Ha llegado un paquete para ti.
—¿Para mí?
—Sí, es una copia del Entertainment. Salen Sue Johnson y ese chico guapo que estuvo en casa, James Petersen, caracterizados como sus personajes en esa película que tantas ganas tienes de ver.
—¿¡Has abierto el paquete!?
—Pues claro. Si iba a tu nombre y tú ya no vives aquí, ¿qué querías que hiciera? ¿Guardarlo?
—¡Mandármelo! Eres de lo que no hay, Anna. Robarle el correo a la gente es ilegal.
—¡Anda ya! Yo lo que quiero saber es por qué te mandan a ti esa revista si ya no tienes nada que ver con Sue.
—¿Es que lo manda ella?
—No, no, la nota la firmaba un tal Sean. ¿Te suena?

¡Claro que sí, Sean, el director de la película! Pero no iba a decírselo a su hermana. A la muy cotilla no le contaba absolutamente nada de su trabajo (o de su antiguo trabajo, para ser más exactos) desde que la tonta (no había otro nombre para ella) insinuó en un foro de fans de Sue Johnson que la actriz estaba usando una doble. ¿En qué cabeza cabía?
Por eso no había dejado que James hablara delante de ella, porque aquella descerebrada era capaz de contárselo a todo el mundo. No tenía filtro entre el cerebro y la boca.

—¿Una nota? —interrogó—. ¿El paquete llevaba una nota?

—Sí, decía algo así muy enigmático como «seguro que esta te gusta más que la que echaste con tu teléfono». ¿Te dice algo?

Por supuesto, Sean la había descubierto en el camerino echándose una foto caracterizada como Emily. Sonrió. Sean se había acordado de ella después de todos aquellos meses y la había hecho llegar una revista donde salían las fotos. Emma se había mantenido al tanto de las noticias que salían de la película precisamente para poder dar con aquellas fotos, pero hasta ahora no había salido ningún póster del film.
—Mándame una foto de la revista. En buena calidad, ¿eh?
—No la tengo aquí ahora mismo. ¿Pero por qué no te la compras?
¡Cierto! ¡Qué tonta! Se despidió de su hermana y en lugar de seguir caminando hacia el restaurante donde iba a comer cruzó la calle y entró en una tienda de consumibles y prensa.
Tras unos segundos buscando entre la montonera de revistas, vio a James. Lo reconoció antes incluso que a sí misma.
Con mano temblorosa, sacó la revista de entre el resto y contempló la espectacular imagen de James y ella sobre un paisaje de rascacielos al atardecer.

¡Espectacular! Abrió la revista y ojeó el interior, nerviosa. Sintió que el corazón le daba un vuelco al verse a sí misma en brazos de James, fundidos ambos en un pasional beso. Y había otras cuantas de la misma sesión, y de otras tomadas durante la grabación de la película (en aquellas, obviamente, era la auténtica Sue la que salía). Volvió a mirar la portada.
¡Qué valientes habían sido al poner una foto de ella como portada! ¿Y si alguien se daba cuenta de que aquella no era Sue? Aunque tenía que admitir que daba el pego total. Había hecho un buen trabajo durante los años que hizo de doble de la actriz y se sentía contenta por ello, aunque no
echaba de menos aquel trabajo.

Compró la revista y la ojeó con más tranquilidad mientras comía, leyendo en detalle el artículo. Estaba terminando tanto su filete como el artículo que acompañaba las fotos cuando alguien se le sentó delante.
Alzó la cabeza y se encontró con su nuevo jefe. Le sonrió:
—Hola, Martin.
—Hola, Emma. ¿Te gusta el cine? —interrogó, señalando la revista que tenía abierta sobre la mesa.
—Me encanta —sonrió la joven, aunque inmediatamente cogió la revista y se la guardó en el bolso. Miró su reloj. Todavía le quedan quince minutos de su tiempo de descanso.
—¿Qué te parece hasta ahora el equipo? —le preguntó Martin. —Bien, muy bien. Creo que podremos hacer cosas muy interesantes.
—Sí, yo también lo creo. Y me alegro mucho de que te hayan asignado en mi grupo. He estado leyendo tu expediente y sin duda creo que nos vamos a llevar muy bien.
—Muchas gracias, Martin —contestó ella sinceramente ilusionada.
Todavía no conocía mucho a Martin, pero era un jefe bastante majo, aunque no por ello dejaba de ser exigente. Hacía no mucho que había superado los cuarenta y según le habían dicho, estaba felizmente casado y tenía tres hijos. Llevaba trabajando en la empresa doce años ya.

—Bueno, no te entretengo. Te dejo terminar tu filete y que vuelvas tranquilamente a la oficina—.
Martin se puso en pie—. Nos vemos luego, Emma.-

Pero resultó que Martin no estaba tan felizmente casado como se decía y que solo estaba «feliz» cuando alguna de las chicas de su equipo estaba cerca. Las cosas se pusieron algo complicadas para todas las féminas del grupo de trabajo de Martin, que callaban para que no las despidieran mientras rechazaban una y otra vez de manera educada las propuestas de Martin para ir a tomar algo fuera de las horas de trabajo.
Una de las chicas, no obstante, acabó por explotar e interpuso una queja a su jefe en recursos humanos. Durante una semana completa la tensión en la oficina podía cortarse con un cuchillo y Martin, que había cesado en sus insinuaciones, estaba de un humor de perros con todos. Cuando concluyó la semana, se descubrió que acababan de transferir a la joven trabajadora a otra sede de la empresa. A Martin, sus jefes le amonestaron y listo.

Aunque todas las chicas temían que aquello fuera insuficiente y que pronto Martin volvería a las andadas, al menos durante el mes siguiente la amonestación fue efectiva y todos volvieron a interactuar como jefes y trabajadores.
Durante ese mes, se estrenó la película de Sue y James y ella compró su entrada para el día del estreno en un cine de Atlanta. Estaba tan nerviosa mientras entraba a la sala que parte de las palomitas se le cayó al suelo por el temblor de manos que tenía. La película duraba hora y media y cada vez que James aparecía en la pantalla a Emma se le aceleraba el corazón.
La adaptación del libro a la gran pantalla le pareció bastante buena, como si hubieran cogido las escenas más importantes del libro y las hubieran ensamblado en distinto orden hasta crear una unidad con sentido. Como si con las mismas piezas pudieran hacer dos puzles distintos.
Los escenarios eran increíbles, los efectos especiales alucinantes, y las actuaciones bastantes logradas salvo por la de Sue, que siempre tenía la misma expresión plana y que, cuando conseguía transmitir algún sentimiento, la emoción no llegaba a sus ojos. Salió del cine con una mezcla extraña de sensaciones. Le había gustado ver aquella película porque se sentía parte de ella (al fin y al cabo, salía en el póster que la recibió al llegar al cine), y aunque podía decir bastantes cosas positivas de ella, también sabía que no la había llenado ni la había dejado con esa sensación de «¡guau!» que tuvo al terminar el libro. Sue, por supuesto, tenía gran parte de culpa. Su actuación no le hacía justicia a la valiente e intrépida Emily.

Comenzaba ya el segundo mes tras el incidente y el ambiente de trabajo seguía siendo agradable cuando Emma recibió la llamada más inesperada de su vida.

—Hola, buenos días —le dijo una voz femenina—. La llamo desde Emotive Pictures. ¿Hablo con Emma Miller?

—Sí, soy yo. Disculpe, ¿desde dónde ha dicho que llamaba?

—La productora Emotive Pictures.

—¿Productora de qué?

—Productora de cine, por supuesto. Emma no supo qué decir ante aquello y la voz al otro lado de la línea continuó:
—La llamaba para concertar una cita con usted la próxima semana. ¿Le viene bien martes?

—Disculpe, pero no sé de qué me está hablando.

—Es Emma Miller, ¿verdad?

Luces, camara ¡corazon!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora