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—Sumbul aga, se encargará de llevarla a su nueva habitación, señorita Káiser. —El hombre frente a mí me miraba de pies a cabeza.

—Se buena Ana, te extrañaré. —Dijo con un tono terroríficamente amable, un tono que jamás había escuchado en mi padre.

Creo que incluso el eunuco presente aguantó una carcajada, te extrañaré? Fue el quien me vendió aquí en primer lugar.

Le di una sonrisa de despedida a mi padre, y seguí al hombre hasta llegar frente a una puerta grande.

—Te quedarás  en las habitaciones de las favoritas, en el haren.

Mentiría si dijera que no he soportado humillaciones a lo largo de mi vida, pero esta.... Es la peor humillación, especialmente porque es mi propio padre quien decidió entregarme como un regalo para el haren de el sultán.

Como si no fuera poco la ya mala fama que tengo fuera de este palacio, ahora me ha vendido, con la expectativa de "conseguir" más poder, con mi ayuda... o tal vez solo quería deshacerse de mi.

"Es tu padre Ana... quédate siempre con él... Hazlo... por mi." Las últimas palabras de mi madre golpearon mi corazón como una daga afilada... solo me queda suspirar y obedecer

—Claro... muchas gracias —Agradecí bajando un poco mi cabeza.

—Si necesitas ayuda con algo, siempre están las Kalfas. 

Una vez más asentí con mi cabeza, el abrió la puerta de mi nueva habitación, era más pequeña que mi habitación en la mansión de mi padre, pero, por alguna razón se sentían diferentes... más acogedores.

—te dejaré para que desempaques tus pertenencias, las criadas te avisarán la hora de la cena.

Asentí con la cabeza y el hombre se fue, cerrando la puerta a sus espaldas, me moví de mi lugar hasta que ya no escuche sus pisadas más.

Me acerqué a la ventana a paso lento, observando cada tapiz y cada decoración en la habitación, se bien que no puedo cambiar nada aquí, al menos mientras soy solo una más del montón...

Alejé la cortina de la ventana, para ver el exterior, la ventana lleva a un jardín, no es el mismo jardín por el que pasamos para entrar al palacio, una especie de jardín privado. Logré divisar algunas siluetas, pero había una más alta entre todas, es un hombre.

Traté de ver mejor, pero se encontraba de espaldas y llevaba encima una especie de corona en la cabeza, su vestimenta era gruesa, luego de un pequeño debate metal. logré reconocer esos colores, ese púrpura, el color de la realeza.

Un suspiro se escapó de mi boca, debía ser uno de los príncipes, como si supiera dónde estoy, el hombre se volteó, específicamente viendo hacia mi ventana, me miró fijamente, y por alguna razón yo no pude desviar la mirada, algo en el me llamaba

El sonrió de lado, y yo me incliné en una reverencia, luego el desapareció poco a poco de mi campo de visión, ¿Quien es?

Al no tener nada más que ver, empecé a desempacar las pocas pertenencias que me dejaron traer, algunos vestidos, chucherías y lo más importante... la foto de mi madre. Sin ella corría el riesgo de olvidarla, y es lo que más temo.

La fotografía entre mis manos se sientía suave y reconfortante, me daba fuerzas, fuerzas que necesito en este momento... no tengo a nadie en este mundo, y la única forma de vivir que conocía hoy cambió por completo, aquí no conozco a nadie, no tengo voz... solo existo.

Luego de un buen rato arreglando la habitación, me decidí por salir, ya sea para conocer el palacio o simplemente para refrescarme porque la presión del calor empieza a aumentar.

El Secreto de Su Alteza MehmetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora