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—Ay Ana... deja de provocar a Nurbahar, cada vez estás más débil y ni siquiera comes bien. —Tomó una toallita humedecida con agua y la pasó por mi labio herido

—No la provoco, Susan, esa mujer esta loca, no puede verme cuando ya esta sobre mi —respondí molesta, ya que no era la primera vez.

—Por eso deberías evitarla —Suspiró Cansada.

—¿Y dejar en evidencia que me "intimida"?Jamás.

—Eres muy orgullosa Ana.

Suspire pesadamente, y me recosté en mi cama en un movimiento rápido, provocando dolor en la zona de mi espalda.

—Te duele?

—No

—Ana...

—Te lo juro, no me duele —Cerré los ojos y escuché la puerta abrirse y cerrarse, por lo que entendí que Susan se había ido.

—Quiero hablar a solas con ella —Mis ojos se abrieron abruptamente y miré al hombre en medio de mi habitación.

—Príncipe Mehmet —Me levanté e hice una reverencia. Susan hizo lo mismo pero ella salió de la habitación.

—Como estás hoy? —Qué? En serio está preguntándome cómo estoy?

—Perfectamente.

—No te atrevas a mentirme Anastasia.

—Bien... me duele todo el cuerpo. —Respondí mirando hacia el suelo, pero su mano elevó mi mentón y no la retiró obligándome a verlo fijamente a los ojos.

—Mírame, cuando hablo contigo. —Asentí con la cabeza y el retiró su mano de mi mentón.

—Vine para ponerte el Ungüento.

—Disculpe?

—Escuché lo que te dijo la doctora. —Empezó a hablar mientras se acercaba a mi—. Voy a ayudarte con eso— Me miró de arriba a abajo antes de volver a hablar.— Con eso sales afuera?

Se refería a mi vestido, cuando llegue de Italia, traje conmigo algunos vestidos, especialmente los cómodos vestidos de verano, que por lo general están hecho de una tela muy fina para que no sea demasiado sofocante. Había decidido vestir con uno de mis vestidos de verano pero esta vez llevaba uno específicamente más fino.

—Hace mucho calor últimamente... —Respondí en voz baja.

—Deberías empezar a vestirte como las mujeres de aquí. Eso te ahorraría muchos problemas con ellas.

—Creo que la vestimenta no tiene nada que ver —El ladeó la cabeza en negación.

—No me malinterpretes, te ves bien, incluso me gusta —Hizo una corta pausa ante de seguir—. Pero eso te hace diferente, las mujeres aquí no tienen más que la ropa que se les proporciona. Y aunque te ves jodidamente bella, eso es lo que les genera envidia. —Se alejó de mí y empezó a buscar algo bastante concentrado.

Por mi parte, sus palabras me habían dejado petrificada, ¿había escuchado bien? O tal vez solo dice esas cosas para confundirme. Sea como sea en parte tiene razón, debería vestirme más... "otomana".

—Date la vuelta y quítate el vestido.

Sus palabras se sintieron como un Deja Vu para mi. Trague grueso e hice lo que me ordenó, desaté las cintas de mi corsé lentamente mientras sentía su mirada fija clavada en mi como cuchillas.

Finalmente el vestido cayó al suelo dejando mi espalda descubierta, no es como si el no haya visto mi cuerpo antes, sin embargo aún es algo incómodo para mí.

El Secreto de Su Alteza MehmetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora