1

154 5 0
                                    

Después de un verano exitoso, lleno de conciertos, era hora de que los chavos regresaran al Elite Way School, ya que un nuevo año estaba a punto de empezar. Sin embargo, las ganas de clases faltaban y sus mentes aún estaban en todo lo sucedido durante las vacaciones. Y la más marcada era Mía. Llevaba ya un mes desde que algo había cambiado en ella, desde que no dejaba de pensar en una sola cosa.
―Mía ¿tan triste te pone regresar a clases? ―preguntó Vico, mientras desempacaban
― ¿Qué? ¿Qué decías?
―Mírate… ¡No, algo te pasa!
―No, Vico… ―se esforzó a mentirle― Estoy bien.
Vico se le acercó de inmediato, decidida a sacarle la verdad.
―Ahora mismo me vas a contar qué te pasa. ―calló un segundo― ¿Miguel? ¿Pelearon? ¿Qué te hizo?
―Por favor…
Su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a inundar su rostro. No podía más, no aguantaba seguir guardando semejante secreto. La atormentaba, le hacía la vida un infierno.
― ¡Dios! ¡Mía!
No tardó en darle un fuerte abrazo, tratando de brindarle todo su apoyo, de tranquilizarla. Estaba segura que algo muy grave sucedía, aunque no podía imaginar qué.
―Soy una basura… ―logró murmurar entre lagrimas
―No… ¿por qué dices algo así?
En vez de contestar, Mía sólo la abrazó más, llorando sin parar. Vico tuvo que esperar paciente unos momentos, hasta que por fin oír esa verdad que había cambiado tanto a su amiga.
―Lo engañé…
― ¿¡Cómo!?
―Lo engañé… ―repitió, antes de que Vico alcanzara decir algo más― Soy una estúpida, Vico…
―Espera… ―se apartó para verla― ¿A Miguel? ¿Cómo? ¿Cuándo?
―Hace un mes… Con… Con Jorge, el hijo del productor…
―No entiendo… ―confesó, visiblemente confundida
―El siempre estuvo enamorado de mí… Y durante la gira, no desperdició su oportunidad, ya que estaba con nosotros casi todo el tiempo… Se me comenzó a acercar… hablábamos muy a menudo, nos acercamos… Nos convertimos en buenos amigos… y algo pasó.
―Te…  ¿enamoraste?
―Comencé a sentir algo extraño… No sé qué me pasó… No sé cómo, pero me embrujó. Una noche vino a mi cuarto de hotel. No pude resistirlo. Me dejé llevar por lo que había comenzado a sentir, los dos lo hicimos… Y… y…
―Ay, no…
―Esa noche me acosté con él.
Vico quedó boca abierta ante semejante confesión. Aunque hubiera querido, no había nada que pudiera decir. Y todavía no entendía como pudo haber sucedido algo así.
―Engañé a Miguel y no tengo justificación.
―Luego… luego ¿qué pasó?
―Después de eso, al día siguiente entendí mi error. Entendí que había sido algo pasajero, que había sido pura atracción… Ese hombre me había hecho perder la razón, me había llevado a cometer la mayor estupidez. Lo peor es que apenas después de acostarme con él abrí los ojos…
―Miguel…
―No pude decirle. ―interrumpió Mía
―Y ¿qué piensas hacer? ¿Seguirás ocultándole?
―A veces pienso que voy a estallar… Me siento mal, culpable… Cuando estoy con él, no es como antes. Los remordimientos me matan.
―Mía, dile la verdad.
―Es que lo perdería. ¿Por qué crees que no logré hacerlo?
―Tampoco puedes seguir así. Tú misma dijiste que nada es igual…
―A veces pienso que con el tiempo…
―No, Mía. Esto te atormentará siempre… Perdón, pero es la verdad…
―No soporto esta tormenta, pero peor sería estar sin él.
― ¿Quién más sabe de esto? ―preguntó Vico
―Nadie… Ni siquiera a Roberta pude decirle. 
― ¿Y Jorge? ¿Cómo se llevan después de…
―Nos distanciamos. Pero sigue enamorado de mí… Me lo dijo varias veces.
―Es muy peligroso… ¿Qué tal si decide hablar con Miguel?
―Prometió no hacerlo y hasta hoy cumplió.
―Ay, Mía… Si Miguel se entera por otra parte, sería peor.  Y si este Jorge está enamorado, en cualquier momento…
―No, cállate…
―Discúlpame pero…
―Vico, de todas maneras… estoy hundida… No hay opción que me salve, que salve esta relación… Pero prefiero la opción más conveniente para él. O sea callar. Para protegerlo del daño que le causaría esto…
―Tú decides. Pero piénsalo muy bien.
Mientras, en el cuarto de Miguel, Teo y Santos, tampoco había mucha felicidad. La alegría del reencuentro, había sido seguida por una conversación bastante seria.
― ¿Cómo qué Mía cambió? ―cuestionó Santos
―Sí… La verdad es que no sé si son ideas mías, si… Me parece que no es la misma.
― ¿Tendría motivos? ¿Pelearon o algo?
―Justo porque no hay motivos estoy tan desconcertado y tan…
― ¿Por qué mejor no la preguntas a ella? ―sugirió Teo
― ¿Cómo crees? Luego quien sabe qué va a pensar de mí y tal vez llegamos a pelear. Mejor no.
―Entonces te quedas con la duda.
―No, tengo que investigar.
― ¿¿¿Qué???
―Estás loco. ―dijo Santos
―A veces está como muy pensativa, triste… Un día hasta la vi llorando.
―Bueno, es posible que tenga un problema o algo… Habla con ella.
― ¿Por qué no me dice nada? Eso es lo que no entiendo…. No había secretos entre nosotros.
―Sus motivos tendrá.
―Pues no puedo quedarme con la duda. No sé cómo, pero averiguaré qué pasa.
Santos y Teo sólo se miraron, sabiendo que no tenía caso añadir algo, pues Miguel era terco y terminaría haciendo lo que quería.

Aunque Miguel estaba decidido averiguar qué le pasaba a Mía, no lograba encontrar la manera de hacerlo. Y aún así, se negaba elegir el camino más fácil: preguntarla.
Finalmente, horas más tarde pensó en hablar con Diego y Roberta, tal vez ellos podrían ayudarlo.
―Sí, yo también noté todo eso que dices. ―confesó Roberta
― ¿En serio? Y ¿entonces tú sabes qué…
―Cada vez que le pregunto qué tiene, se niega decirme. Dice que está bien, pero sé que no es verdad.
―A ver, Miguel…. Si tú que eres su novio no sabe…
―Diego, ella no me dice nada.
―Pregúntale.
―No puedo.
― ¿Por qué?
―Porque no.
―No entiendo. ―señaló Diego
―Algo anda raro. ―agregó Roberta
―Y necesito su ayuda. Ayúdenme a averiguar qué…
―Miguel, insisto. Pregúntale y ya.
―Si ella no me lo dice por su voluntad ¿crees que lo hará si le pregunto?
―Miguel tiene razón. ―dijo Roberta
― ¿Qué piensan hacer entonces? ―preguntó Diego
―No se me ocurre nada… ―agregó ella― Y hasta que se me ocurra, intentaré hablar con Mía. A ver si me dice algo. Esta vez voy a insistir.
― ¡Gracias!
―De nada, Miguel. Si algo tiene, no podemos dejarla sola. Pero primero tenemos que saber la verdad. Ahora mismo voy a su cuarto.
Sin esperar más, partió muy decidida, dejándolos solos.
―Sabes… ―comenzó Miguel― Temo que sea algo tan grave que no sea capaz de ayudarla.
―No. Ya verás que no…
―Es que no habla con nosotros de su problema. Me hace imaginar lo peor.
―Miguel, ya verás que no es nada… Tranquilo.
Mientras, Roberta llegó en tiempo record a la habitación de Mía y hasta entró sin tocar. En el camino se le había ocurrido una idea de hacerla hablar y decidió usarla.
― ¡Mía! ―exclamó, mostrándose muy preocupada
―Ro… Roberta ¿Cuándo entraste?
Trató de limpiarse las lágrimas pero igual sus ojos la traicionaban. De todos modos Roberta no dijo nada al respecto, ya que estaba concentrada en seguir el plan.
― ¿Por qué no me lo habías dicho? ―preguntó
― ¿Decirte? ¿Qué…?
―Ya sé todo. No tiene caso que lo ocultas más.
― ¿To-todo? ―su voz comenzó temblar
―Debo reconocer que me sorprendió mucho… no pensaba que…
― ¿Que sería capaz de algo tan vergonzoso?
Roberta suprimió la sorpresa que esas palabras le causaba y sólo deseo que Mía fuera más directa y dijera todo.
―Yo no dije eso, Mía… Nunca podría juzgarte. Somos amigas.
―Ay Roberta… ―masculló, poniéndose a llorar― Estoy tan arrepentida de lo que le hice… Miguel no se merece…
Aunque seguía sin entender mucho, una cosa sí tenía sentido. Mía no le había dicho nada a Miguel porque era algo que le afectaría, algo que tenía que ver con su relación.
―Y si Miguel se entera lo pierdo. Estoy segura. ¿Cómo podría quedarse con alguien que… que lo engañó?
― ¿¿¿¿Qué????
La reacción de Roberta la sorprendió bastante, ya que supuestamente sabía todo.
―Mía… ―logró pronunciar, aún tratando de asimilar lo que había oído
― ¿Por qué reaccionaste como si fuera la primera vez que oyes lo que hice?
―Porque lo es.
― ¿Qué?
―Fingí que sabía todo. Sólo así lograba que me dijeras de una vez por todas lo que te pasa.
― ¡Roberta!
―Perdón… Perdón.
―Fue una trampa… ―se quejó, bastante enojada
―Mía, deja eso. Mejor cuéntame todo… ¿Tú, infiel?
―Ya no quiero hablar de eso… Ya no...
―Es que no logro entender… No tiene sentido. Tú lo amas.
―Sí. ¡Sí!
―Esto sí que es fuerte… ―añadió
― ¡No se lo digas!
―Mira, tienes que saber que Miguel sospecha que le escondes algo.
―No, no, no…
―Es que desde hace semanas no eres la misma, hasta yo lo vi… Y recuerdas que te preguntaba y te negabas hablar… Pues él también notó ese cambio. Aunque, bueno… ni se imagina la verdad…
―Y tú no se lo vas a decir. Por favor.
―Pues no soy yo quien debe hacerlo…
―No lo puede saber…
― ¿Estás segura?
―Sí.
―Ni modo… Es tu decisión. Pero a ver cómo le haces porque él está decidido averiguar qué le estas escondiendo.
―Ay, no…
―Sabes como dicen… la verdad siempre sale a luz.
―No me asustes más. Roberta, debo evitar que se entere.
―OK… ―soltó un suspiro― Cuentas conmigo…
―Gracias, mil gracias.
Eso significaba mentirle a Miguel y Roberta estaba consciente de ello. Sin embargo, trataba de consolarse pensando que lo hacía por su bien, para protegerlo. Sabía cuánto iba a sufrir y estaba cada vez más convencida de que ese secreto no debía salir a luz.

ENSEÑAME A PERDONAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora