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MESES DESPUÉS…
Resultaba bastante frustrante dejar que el tiempo pasara para que así pudieran arreglarse las cosas. Transcurrieron los días, luego las semanas y los meses y ellos seguían separados. Mía había decidido esperarlo, aunque a veces sentía que se moría. Y el único consuelo era tenerlo cerca en el colegio y en la banda. Ahí trataban de llevarse bien mientras que ella vivía con la esperanza de que algún día iban a ser como antes.
Para Mía era otro día más, común y corriente, otro día en el que sólo la esperanza y el amor la mantenían de pie. Aunque llevaba buenos minutos despierta, no quería levantarse, no tenía ganas de nada. Seguía acostada en la cama, con la foto de Miguel a su lado, recordando con tristeza algunos de los momentos felices.
―Te amor cada día más… ―susurró ella
Lo que no sabía era que alguien estaba ya en su habitación y que había alcanzado oírla. Sus palabras habían puesto una sonrisa en la cara de esa persona que llevaba segundos mirándola.
― ¿Hasta cuándo las fotos seguirán remplazando tu presencia? ―preguntó ella
―Pues… tal vez, hasta hoy.
La sorpresa la hizo sobresaltar y mirar por un instante la foto, luego voltear.
― ¿¿¿Miguel???
Quedó inmóvil, debido a su presencia pero también al ver que traía un ramo de rosas. Él no contestó, sólo la miraba sonriendo.
― ¿Qué… Estoy soñando o algo… ¿Qué es esto…
―No es un sueño. ―respondió Miguel, acercándose
― ¿Y esas rosas? No es mi cumpleaños, ni…
―Lo sé.
Ya había dejado la cama y quedaron frente a frente. Ella seguía mirándolo confundida, mientras que en su interior una sospecha iba despertando. Pero no quería sospechar, quería saber exactamente qué sucedía.
―A ver, explícame…
Tras unos segundos de silencio, él se armó de volar y habló:
―Te perdono.
Enseguida, Mía soltó un gritó de emoción, sorpresa y alegría. Luego se tapó la boca y quedó ahí, incapaz de actuar, ni pudo agarrar el ramo que Miguel le ofrecía.
― ¡Mía! Mía…
― ¿Es en serio? ―logró preguntar― Miguel…
― ¿Aceptas estas flores junto a mi deseo de intentarlo de nuevo?
― ¡¡¡No lo puedo creer!!!
Las lágrimas empezaban nublar su mirada. Pero, esta vez eran de alegría. Finalmente logró tomar las rosas y luego lo abrazó muy fuerte, casi aplastándolo. Esas dos palabras mágicas, que tanto tiempo había esperado, no dejaban de sonar en su mente.
―Repítelos… ―suplicó
― ¿Qué cosa?
―Dijiste que… que me perdonas… ―murmuró aún asombrada
―Te perdono. ―le repitió él abrazándola
Entonces ella se apartó para poder mirarlo en los ojos, para tocar su cara, para convencerse a sí misma que todo eso era real. Porque era demasiado perfecto para ser real.
―Sí estás aquí… ―susurró Mía, aún acariciando su rostro
―Aquí estoy.
―Me perdonaste…
―Sí, Mía.
Poco a poco, la distancia entre sus caras fue desapareciendo, hasta que por fin sus labios se volvieron a unir. Volver a sentir un beso suyo hizo que Mía se estremeciera. Se dejó llevar por el momento, disfrutando cada segundo, besándolo apasionadamente, mostrando lo mucho que había extrañado sentirlo así. Mientras, él la tomó por la cintura, besándola con la misma pasión y el mismo deseo.
―Te amo… ―susurró ella, contra sus labios
―Yo también te amo Mía. ¡Siempre te he amado! ―contestó, para luego volver a rozar sus labios
Ratos más tarde, Roberta fue entre las primeras en enterarse de la noticia.
― ¡Por fin ocurre el milagro! ―exclamó ella
― ¡Estoy tan feliz! Ya empezaba creer que no había ninguna oportunidad de que un día… Y ahora soy de nuevo su novia.
―No vayas a meter la pata ¿sí? Esta vez cuidas lo que tienen.
― ¡¡Obvio!!
―Me alegro mucho por ustedes. Merecen ser felices después de tanto sufrimiento.
Mía sólo sonrió.
―Extrañaba tanto verte así. ―confesó Roberta
Después de las clases, al principio del ensayo, los demás notaron solos lo que estaba sucediendo y no fue nada pequeña la sorpresa. Igual que Roberta, todos se mostraron contentos.
―Y la paz vuelve. ―comentó Giovanni― Que bueno ¿no?
―Tú y tus comentarios. ―contestó Lupita
― ¿Pues que dije? Es la verdad.
― ¡Ya, ya! Mejor vamos a ensayar. ―interrumpió Roberta
Sin duda, el ensayo resultó uno de los mejores que tuvieron últimamente. Mía estaba más alegre que nunca, con ganas de vida y de cantar. La reconciliación con Miguel lo había cambiado todo en unos instantes. Y afortunadamente, todos salían ganando.
Ratos después, justos después de terminar, recibieron una visita que para Miguel no resultó nada agradable.
― ¡Hola! ¿Cómo están?
―Hola, Axel.
―Bien.
―Sí, tuvimos ensayo… ―agregó Mía
Miguel había quedado callado, observando en silencio a Axel, luego a Mía, luego de nuevo a Axel.
― ¿Y qué te trae por aquí? ¿Alguna noticia para nosotros? ―preguntó Diego
―De hecho sí. Están invitados en un programa de televisión. El viernes.
― ¿¿¿Neta???
―Sí. ―contestó sonriéndoles

ENSEÑAME A PERDONAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora