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Mía no tuvo que hacer preguntas, tampoco se sorprendió por lo que acababa de pasar. Aunque por unos instantes la esperanza había vuelto, en cuanto Miguel se apartó, volvió a la realidad. Ahora sólo esperaba que él la regañara por el atrevimiento de besarlo.
―Por un momento pensé que… ―comenzó él
― ¿Qué cosa? ―cuestionó, al ver que no terminaba la frase
―Olvídalo.
― ¿Cómo? No, dime.
― ¿Para qué atormentarnos con algo que… No, mejor olvídalo.
― ¿Pensaste que podíamos volver a intentarlo? ¿Es eso?
―Pero no podemos. Nunca vamos a poder. Porque no me salen de la cabeza las imagines contigo y ese tipo. Porque yo… Porque no sé perdonarte.
Siempre que le repetía que no la perdonaba, lograba hacerla callar. Era lo más cruel que podía oír. Y ya se lo sabía de memoria.
―Y volvemos a hablar una y otra vez de lo mismo… Ya me da asco hablar de lo mismo, Mía. ―agregó él
―A veces pienso que con el tiempo podrás…
―A penas pasó una semana y nosotros hemos hablado no sé cuantas veces del tema. ¡No tiene sentido! Lo único que hacemos es lastimarnos.
―Miguel… ¿tú crees que más allá las cosas puedan cambiar? Cuando tus heridas empiecen sanar y…
―No lo sé. Pero si seguimos hablando y hablando y recordando… ¿Cómo van a sanar?
―Entonces… si nos damos tiempo y espacio… tal vez…
Pero él no supo que responderle.
―Yo estoy dispuesta esperarte cuanto sea. ―añadió ella
―Mía…
―Ahora me doy cuenta cuanto me equivoqué con mis insistencias. Lo que debo hacer es dejarte en paz por un periodo. Y luego…
―Mejor no te hagas ilusiones. No creo que el tiempo me sirva.
―No podemos saberlo ahora. Todo está muy reciente en tu corazón.
―No sé, Mía. No lo sé… ―suspiró― Mejor volvemos a lo del trabajo.
―Sí…
“Sí, tengo que darle tiempo” pensó ella, mientras trataba de dirigir su atención en los apuntes.
UN MES DESPUES…
Muchos dicen que el tiempo cura heridas. Ese fue el pensamiento que mantuvo fuerte a Mía durante el mes que transcurrió. La ayudó a no acercarse a Miguel, excluyendo las pocas veces que tenían que hacer juntos otra tarea o las veces que estuvieron algo más cerca dentro de la banda. Pero jamás volvió a hablarle de ellos o a pedirle que volvieran. Había tomado la decisión de darle tiempo y justo eso hacía, por mas difícil que fuera.
―Pasó un mes, Roberta… Un mes sin él. Me estoy volviendo loca.
―Cuando me habías dicho que no volverías a acercarte a él, no pensé que ibas a lograrlo. Debo reconocerlo.
―No sabes cuantas veces quise correr a verlo, a abrazarlo, a suplicarle…
―Me lo imagino.
―Sabes, con tan solo observarlo, no logro adivinar qué está sintiendo… Bueno, a veces como que noto dolor pero… ¿Tú qué crees? ¿Estará mejor? O… ¿me habrá olvidado? ¿Qué hago si me olvidó?
―Eso no. Podría jurar. Sí pasó tiempo pero no tanto como para hacer que desaparezca un amor tan fuerte.
―Sueño con el día en el que me diga que me perdona…
―No, no, no… No vayas a llorar, Mía.
―Es que…
―Es que nada. ―replicó Roberta― ¿Y Jorge?
―Le pedí que no volviera aquí, que todo lo relacionado con la banda me lo diga por teléfono. Menos mal que me hizo caso. Pero estoy casi segura de que sigue interesado en mí.
―Aj… Ojala no.
―Pues sí pero… quien sabe.
―Volviendo a Miguel… ¿Qué piensas hacer? ―pregunto Roberta
―Ni idea. Mi corazón me dice que vaya a hablarle…
― ¿Qué tal si tratas de reconquistarlo?
― ¿¡Cómo!?
― ¡Sí! ―exclamó sonriendo
―Roberta, eso…
De pronto quedó algo pensativa, como analizando mejor la idea de Roberta, mientras que esta no dejaba de sonreír.
―Pero… no sabría cómo hacerlo. ―dijo Mía
―Es cierto que sería un proceso largo pero… reconoce, es una buena idea.
―Eso creo.
―Puedo ayudarte. ―añadió Roberta
― ¿De verdad?
―No voy a descansar hasta verlos de nuevo juntos a ti y al charrito.
―Sólo espero que no vuelvas a encerrarnos en un apartamento.
Roberta comenzó reír con tan sólo recordarlo.
―Miguel se hizo el enojado por casi dos días. Luego se le pasó. ―agregó― Ahora en serio, quiero ayudarte, quiero verlos juntos.
―Sinceramente, me parece muy difícil reconquistarlo.
―Quien dijo que iba a ser fácil. Pero puede funcionar muy bien.
Una llamada muy desagradable interrumpió la conversación.
―Es Jorge.
― ¡Aj!
―Sí, dime.
―Hola, Mía. Traigo buenas noticias.
―Te escucho.
―Se anuncian muchos conciertos pronto… Con lo de la salida del disco…
―Sí que son buenas noticias.
― ¿Verdad? Y pues, bueno… que ensayen… Pronto te avisare sobre las fechas, aún no las tenemos.
―OK. Gracias, Jorge. ¿Algo más?
―No. Sólo…
―Gracias de nuevo. Tengo que colgar. ¡Adiós!
―Adiós… ―respondió algo desanimado
― ¿Buenas noticias? ¡Habla! ―exigió Roberta después
―Pronto tendremos conciertos.
― ¿Pronto? ¿Cuándo?
―No tiene las fechas.
― ¡Igual que padre! ¿No? Como que extraño la gira…
―Sí…

ENSEÑAME A PERDONAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora